En la introducción que me correspondió hacer de la conferencia del doctor Álvaro Gómez, que editamos en Opinión Colombia, donde él famoso dirigente conservador denunciaba el Régimen ominoso imperante en el país, comentaba: “Al culminar en Colombia la experiencia del Frente Nacional, que tantos beneficios le depararía a la convivencia entre liberales y conservadores, los dos partidos históricos perdieron vigor, desgastados en la soterrada puja burocrática. Al amparo de la debilidad de los partidos políticos y a la manera de los países socialistas, la burocracia colombiana creció de acuerdo a las necesidades y la voracidad del clientelismo. La crisis de los paridos se tradujo en un Congreso que olvidó su función fiscalizadora, más preocupado por los puestos y contratos. Sin una opinión pública organizada y una prensa complaciente en extremo, la corrupción encontró el terreno abonado para filtrarse por los poros del Estado”. Y denunciaba el ominoso silencio al respecto de los partidos políticos inmersos en la cohabitación, hasta que Álvaro Gómez, en esa resonante intervención, con elocuencia y lógica contagiosa sacudió el marasmo político, al denunciar el Régimen y lanzó la pregunta aún vigente: ¿Es posible hacer política limpia en el país? Y responder: “La política se ensució hace dos décadas, cuando cayó bajo el dominio del clientelismo y se sometió y a la prepotencia del dinero. Desde entonces se quedó sucia. Es la forma de dominio que ha tenido el Régimen imperante para poder doblegar la opinión pública y aprovecharse de las oportunidades de mando y de los gajes del poder”. Hoy que vemos cómo corre el dinero en las elecciones, todos reconocemos esa verdad de a puño.
Agregaba Gómez “el Régimen necesita que la política sea sucia porque es la manera de conseguir la amplia gama de complicidades que se necesitan para mantener su predomino”. Dicha reflexión del dirigente conservador tiene un hondo sentido moral, frente a un Régimen cuyo objetivo pragmático es atornillarse al poder. La defensa de la moral y los principios del cristianismo social son esenciales para entender la postura doctrinaria conservadora, como la mentalidad de derechas e izquierdas en el país.
Calificar la derecha, según el caso, depende de la reciedumbre del contenido moral de su política. Lo que de inmediato crea un abismo y un antagonismo fundamental frente a la izquierda. El conservador no se limita a dejar las cosas como están, vieja propuesta radical decimonónica, de dejar hacer y dejar pasar.
La derecha conservadora en Colombia suele ser partidaria del cambio, en el siglo XIX y XX. Álvaro Gómez fue campeón del cambio y el conservatismo debe serlo en el XXI. La etapa del Frente Nacional en esencia se distinguió por el centrismo político y un reformismo moderado. Apenas ahora vuelven a jugar las luchas partidistas y diferencias doctrinarias. Claro, dirigentes como Álvaro Uribe o Germán Vargas Lleras están más a la derecha que el conservatismo atrapado en el letargo intelectual, las tramposas jugadas del Régimen y doliente del entreguismo de La Habana donde no fue invitado.
Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial surgen el comunismo soviético, como ciertos nacionalismos y la respuesta fascista y nazi. Aquí no aplica el concepto de girondinos y jacobinos de la Francia revolucionaria, de donde deriva el léxico de derechas e izquierdas. La derecha en nuestra región tiene influjo en Europa: El cesarismo democrático de Simón Bolívar, al plantear un Estado fortalecido, es antecedente del pensamiento de la derecha universal. En términos de ciencia política está vigente el concepto de amigo y enemigo que plantea Carl Schmidt, dado que el verdadero enemigo es aquel que quiere destruir el modelo de vida que tenemos. El socialismo del siglo XXI pretende establecer la dictadura de partido que enriquece a sus jefes, somete y degrada a la miseria al pueblo.
Vemos que el Régimen, pragmático, que combatió Álvaro Gómez, pacta el contubernio con las Farc en La Habana. Es la subversión de valores; pasan a legislar y modificar la estructura del Estado y la justicia; despenalizan crímenes de lesa humanidad; trastocan las reglas de juego de la democracia y el sistema electoral; se anarquiza el Congreso mediante el sistema de Fast Track; ponen en duda la propiedad rural y desconocen los títulos de los propietarios; se le regalan a las Farc territorios, curules, emisoras de radio, cupos de televisión… Es el descarado matrimonio morganático del Régimen y las Farc, al estilo Kerensky. Hoy la derecha y la centro derecha deben tener un mismo objetivo: derrotar al Régimen y al socialismo del siglo XXI. Temas que, seguramente, tratarán mañana en la cumbre de partidos de centro derecha, auspiciada por el Partido Conservador y la Konrad Adenauer Stiftung.