Desde tiempos remotos el hombre lucha por manejar con inteligencia el medio y los recursos naturales, pero hoy los ambientalistas extremos satanizan la explotación de los minerales, como un atentado contra la naturaleza. Esta corriente de personas opuestas a la explotación del crudo surgió, inicialmente, para no hablar del neoliberalismo salvaje, en Europa y EE.UU.
El tema no es nuevo, recordemos, que, según conveniencia de los países más avanzados, se han desarrollado teorías económicas tales como el libre cambio, mediante las cuales se ponía en un extremo a los productores de materias primas y en el otro a los compradores europeos, principalmente Inglaterra y los Estados Unidos. Los compradores defendían la libertad comercial y decían: nosotros les compramos sus productos, según el precio del mercado. Los vendedores su sumaban al mismo credo y salían a vender sus minerales, casi siempre a la baja. Las reglas las escribían los compradores, fortalecidos por cuenta del respectivo desarrollo industrial. Los compradores, decían, les compramos según los mejores precios del mercado libre. Así que para vender las materias primas había que rebajar los precios hasta cuanto fuese posible, descontando costos de explotación, manejo transporte, etc.
Para colmo, como los compradores eran dueños del mercado, de los grandes bancos y poderosas flotas, se creaba a través de préstamos y negocios con los más débiles, un entramado que favorecían al más poderoso. En Colombia, el más destacado y brillante defensor del libre cambio, Florentino González, había huido del país, por haber sido encontrado culpable de participar en la conjuración septembrina. Curiosamente, un bolivariano exaltado, Tomás Cipriano de Mosquera, identificado con el libre cambio, nombra en su gabinete a Florentino, para que defienda esa doctrina que sus partidarios consideraban providencial.
Don Florentino había estado en Londres, oyendo en el Parlamento los elocuentes debates de los defensores del libre cambio y sus contrarios, los proteccionistas. Inglaterra, a conveniencia, defendió el proteccionismo o el librecambio, hasta cuando por su fortaleza industrial como potencia, se impuso el liberalismo económico. Don Florentino, consigue convencer a los legisladores de la bondad del libre cambio, varios de ellos lectores de los tratadistas ingleses del tema. Y en el Congreso, apenas un joven cartagenero, Rafael Núñez, pide la palabra para contradecirlo, en medio de sobrecogedor silencio. Su intervención es brillante y la historia le da la razón. El libre cambio forzara a la ruina a nuestros artesanos, como a las pequeñas industrias. Es curioso, por entonces, Colombia es el país de nuestra región que más extrema el librecambio, con fatales resultados. Incluso, se permitía el ingreso de barcos de cabotaje extranjeros que vendían sus productos, quebrando los precios del productor local.
En alguna forma, hoy los seguidores extremos de las doctrinas ambientalistas, quienes insisten en que no explotemos nuestros recursos, repiten los yerros de Don Florentino González, acogiendo doctrinas europeas para adobar su ensalada ideológica. Siguen a los ecologistas extremos y quieren ir más lejos. Olvidan la lucha que libró Colombia, en su momento, para explotar sus recursos, Cuando Mariano Ospina, revierte la concesión Mares. Lo mismo que para para nuestro desarrollo e independencia energética, Laureano Gómez, crea Ecopetrol, como el mayor esfuerzo para promover el desarrollo industrial en el país. Eso, en tiempos en los cuales se consideraba a los hispanoamericanos incapaces de manejar sus recursos, por lo que México hizo una revolución para ejercitar su nacionalismo petrolero. Y gracias a la existencia de Ecopetrol conseguimos refinar el crudo y obtener grandes ganancias, que han salvado varias veces la economía nacional. Esa es la positiva postura nacionalista, dentro de un concepto práctico y conservador del Estado en beneficio del desarrollo nacional.
Los ambientalistas tienen razón en cuanto a defender el medio ambiente y la explotación limpia de los minerales, en tanto las naciones deciden como utilizan en provecho propio sus recursos mineros. La historia y la lógica, nos enseñan que, el homo sapiens, desde tiempos inmemoriales recurre a lo que da la tierra en abundancia para sus negocios y beneficios. En las altas esferas del Régimen, no se dan cuenta que de cerrar antes de tiempo el grifo petrolero, llevaremos a una situación económica desesperada a varios departamentos petroleros del país, en los que se multiplicaría la miseria y la violencia. Si no explotáramos el crudo, sino que lo tuviésemos que importar, llegaría un momento en el cual, por los altibajos del mercado, más otros factores se paralizaría la economía, provocando la miseria general.
Entonces, el señor Presidente Gustavo Petro, en vez de aparecer como un voluble Mesías retórico, se convertiría en la bomba petrolera del régimen, que al estallar empobrecería y llevaría la desgracia a casi todos los colombianos