La senadora Vivianne Morales, mediante esfuerzo encomiable de persuasión parlamentaria, consigue lo que parecía imposible y que había sido la gran ambición de la Academia Colombiana de Historia, como de numerosas entidades culturales, colegios y universidades y de notables intelectuales e individualidades que se ocupan del tema: que tras más de tres décadas vuelva la escuela al estudio sistemático de la Historia.
Vivianne, candidata presidencial, se retira del Partido Liberal o del libre examen, dado que, con evidente falta de lógica pretenden anudarle una camisa de fuerza de verdades reveladas en política, que ella no comparte. Cuando se sacraliza el tema de la paz o del derecho, con la finalidad de empoderarse de la temática y justificar posturas ideológicas, se arriesga a tergiversar los hechos y principios, para cometer impúdicos desmanes en nombre de dichos dogmas que manipulan los transitorios pontífices laicos de turno, como esclarece Hobbes.
Vivianne Morales, cuando el presidente Juan Manuel Santos, sanciona la ley recuerda que: “hace 32 años se dejó de enseñar la Historia en Colombia como una materia independiente y obligatoria. Da Vinci, decía que no se puede amar lo que no se conoce. Nuestra generación de jóvenes conoce muy poco la historia de nuestro país. Por eso, consideré, como una tarea indispensable revivir la enseñanza de la Historia como materia obligatoria e independiente (de las ciencias sociales)”.
Como informan los medios de comunicación, en declaraciones de la directora de la Calidad Educativa del ministerio de Educación, Mónica Ramírez, la Historia continuará dentro de la cátedra de las ciencias sociales. Pese a que la ley explícitamente señala que la historia es una materia aparte y muy importante, los burócratas oficiales insisten en contrariar la norma. Según las mismas fuentes oficiales, nunca se dejó de enseñar Historia en los colegios, sino que se mantuvo la asignatura en el ámbito antes mencionado. La iniciativa que se aprobó en el Congreso es un esfuerzo inane, dado que como en los escritos de El Gatopardo, se modifican las apariencias para que todo siga igual o se malinterpreta la ley. Otros “educadores” califican como infundada la crítica sobre el convenio con la Unesco, que minimiza la enseñanza de la Historia.
El tema es interesante y merece tratarse con altura, por cuanto está en juego la interpretación y el conocimiento de la evolución misma de Colombia, dado que algunos pretenden que la gran historia no pase por nuestra región. Filósofos de la importancia de Hegel tuvieron una mirada despectiva sobre nuestros pueblos, influidos por el cuento del buen salvaje de Rousseau. Aquí no debatimos la reforma, ni la contrarreforma, al estar ausentes de las corrientes del “pensamiento” universal. Se ignoran los notables esfuerzos de los historiadores y cronistas que arriban a nuestra región y el humanismo cristiano, a partir del encuentro de dos mundos del viaje de Colón, hazaña maravillosa. Empresa ardua, en cuanto algunas tribus carecían de escritura.
Entre los aztecas, sus breves escritos debían leerse de derecha a izquierda, lo que vino a descubrir el barón de Humboldt, reconocido como el redescubridor de América. Spengler, en su Decadencia de Occidente, sostiene que el conocimiento “mágico” de los aztecas era superior al de los exploradores españoles. Lo que no es un chiste, si se recuerda que el calendario del sol o calendario azteca, que el emperador Moctezuma presenta a Hernán Cortés, era más exacto que el de Occidente. Aquí, los profesores de historia desconocen las Meditaciones Suramericanas del Conde de Keyserling, más recitan como loros los textos de tergiversación de la leyenda negra de Galeano, y apenas tienen vaga noticia del aporte de Vasconcelos sobre la raza cósmica en formación.
En el estudio de la historia bajo la interpretación filosófica se encuentra la explicación del papel del hombre en esta región del mundo y la raíz de varios de nuestros problemas sociales.
En lo que atañe a Colombia y otras naciones hispánicas, las cosas se complican, al estigmatizar la historia formativa colonial. La obra magna de España en América, como hazaña y esfuerzo civilizador no tiene parangón en el mundo. Así que lo primero es aclarar que la historia nacional no comienza en 1810.
Lo segundo, implica avanzar más y propiciar que el estudio a fondo de la historia se cumpla en la Universidad, donde, como se estila en los Estados Unidos, para graduarse en la carrera se deba haber estudiado la historia del país y universal. Al fomentar el conocimiento y la interpretación de la Historia, más allá del afán cronológico, podremos percibir quiénes somos, así como el grandioso y conjetural destino suramericano.