La historia de Hispanoamérica está íntimamente ligada al almirante Cristóbal Colón, por la gloria de unificar oficialmente el globo. El relato del viaje figura en su cuaderno de bitácora, sigue con los cronistas españoles y criollos que narran la historia del Nuevo Mundo, que florece con la escritura, antes en Europa y Asia o aquí, en tiempos en los que la comunicación era verbal, la contaban los narradores a sus contemporáneos como un divertimento, se lindaba con la mitología, la leyenda, la especulación, la inexactitud y la fábula. Se necesitó la evolución de siglos para que la historia se ajustara a los hechos plasmada en documentos escritos, crónicas y testimonios valederos. La escritura fija los hechos susceptibles de interpretación a partir del papiro.
Colón y los intrépidos españoles que avanzan por estas tierras desconocidas fueron recibidos con sorpresa y hasta confundidos con dioses, en particular por montar en briosos caballos, portar la espada que traza fronteras en el mundo, armas de fuego y cascos, para así avanzar escoltados por fieros mastines sin los cuales no habrían podido predominar en estas tierras. Por cuenta de los misioneros católicos, las expediciones con la insignia de la cruz se convertían en compleja y heroica hazaña religiosa, al lado de lo militar, comercial y de aventura, asentamiento y expansión cultural sin precedentes.
En los primeros y pacíficos encuentros caribeños, los jerarcas tribales compartían como gesto de hospitalidad damas de su harem con algunos invitados, derivando en sangrienta riña cuando los recién llegados se amañan e intentan retener a las exóticas y bellas jóvenes. Con el tiempo, expedicionarios españoles y criollos fundadores de pueblos combinan esfuerzos, lo mismo pasa con los cronistas. La natalidad florece en estas tierras generosas. En algunas regiones la expansión colonizadora la siguen comunidades como la antioqueña y de otras zonas, en mezcla con el nativo, que hasta hoy de manera por lo general pacífica se movilizan hazañosos y expanden por casi todo el país.
El enigma de Colón consiste en romper el tabú de los navegantes al vacío mitológico y registrar el impulso que lo lleva en la oscuridad y la tormenta a la aventura de cruzar el mar, contrariando los temores de siglos de antecesores suyos. Resulta que la Edad Media en esencia es localista y se batallaba en el terruño como por lugares sagrados que fomentaron las cruzadas cristianas. Colón, es un hombre del Renacimiento, cree en hazañas imposibles y se interesa por el dorado metal. El ser del Renacimiento mira al espacio y lo atrae lo imposible, lo heroico. Aquí ya lo dijo Oswald Spengler, algunas de las comunidades locales gozaban de enormes avances en su cultura, conocían los astros, el ábaco y cultivaban el saber, la magia y al mismo tiempo adoraban la luna y el sol, suponían que los rayos eran mensajes de los dioses y practicaban sacrificios humanos. En otros lugares del globo los habitantes primigenios tienen nociones arcaicas, como en siglos lejanos padecieron los otros seres primitivos en el planeta, aquí se confunden europeos y nativos en diferentes estadios de su evolución social forjando el talante de la hispanidad espiritual, así algunos no lo sepan.
El predominio hispano en América se expande con la espada y la cruz. El espíritu de la hispanidad se ensancha colosal para unir de extremo a extremo a sus habitantes. Es el castellano imperecedero del siglo de oro y de Cervantes, quien, cuándo no había computadoras sino su caletre e inspiración, en El Quijote emplea 381.104 palabras, 22.939 diferentes, según registra Ilan Stavans, editado por Plural en Bogotá.
Los que hoy derriban estatuas de Colón son como los que escupen a la luna. Colón no fue colonizador, sino navegante y explorador, que se deslumbra con el Nuevo Mundo... En términos administrativos, esta parte del mundo por disposición de la famosa bula del papa Alejandro VI, pertenece a la Corona española, como el resto de la nación en la Península. Nunca fueron colonias, ni se denominan así en los documentos oficiales españoles. Lo de colonia viene de la narrativa de ingleses y franceses, calcada de la crónica inglesa y francesa. Se erigen reinos, como el Nuevo Reino de Granada. En trescientos años el orden y la cultura avanzan prodigiosamente en nuestras ciudades hasta sembrarlas de universidades y colegios, forjando sabios que rivalizan con los europeos.