Hablar de la paz se vuelve una obsesión de la población sometida a una ofensiva propagandista en los medios de comunicación, sin entrar en el análisis de Kant sobre “la paz perpetua”. Al respecto al diccionario de la Real Academia de la Lengua define la paz en su primera acepción: “Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países”.
Es evidente que al dejar las armas y desmovilizarse los milicianos de las Farc, le prestan un invaluable servicio a la paz, pese a que un sector importante de ese grupo armado no se desmovilizará y seguirá con los negocios ilícitos y el terrorismo para dominar su territorio. Lo mismo que otros grupos, como el Eln, siguen en la lucha armada. Así que la primera acepción no se cumple. En cuanto a la segunda, que se refiere a la “Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos”, vemos que no se da ni siquiera entre aquellos que por su responsabilidad como asesores de paz debieran dar el ejemplo. En el mismo sentido se denuncia que la campaña por el plebiscito aumentó el pernicioso cariz partidista con la comisión al expresidente liberal Cesar Gaviria para movilizar a las masas.
En el editorial del sábado pasado El Tiempo, “reprocha severamente los destemplados tuits de ‘Jesús Santrich’, negociador de esta organización insurgente, en los que señaló de “paraco, narco y criminal” al ex presidente Álvaro Uribe Vélez”. Se observa, según ese diario, en dichas declaraciones del “pacifista” el desprecio que en ella se asoma no sólo por la ley, sino por unas pautas mínimas de comportamiento, sin las cuales el debate político se desdibuja y hace tránsito fácil al terreno de los señalamientos sin fundamento, de los insultos que van y vienen; en fin, a ese pantano de donde solo salen los egos fortalecidos, pero jamás la cultura política, la esfera pública, el bien común”.
Dicha actitud de los que se dicen pacifistas o negociadores de paz contrasta con la ponderación de Humberto De la Calle, Enrique Santos Calderón y Álvaro Leyva, quienes en medio de la negociación mantienen la prudencia, como corresponde a quienes impulsan ese proceso. Es evidente que una “tendencia bipolar” se observa en aquellos que ayer tocaban a somatén para hacer la revolución y hoy portan la camiseta de pacifistas.
Es evidente que en la actitud de Santrich y otros supuestos pacifistas, lo que se da es un revanchismo extremo y peligroso que la sociedad debe rechazar. Lo pertinente es convocar a la unidad de los colombianos para apoyar el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, con miras a hacer posible la paz.