Cuando viene a Colombia en visita pastoral el Papa Francisco, recordamos una de las sus intervenciones cuando ejercía como cardenal en Argentina, al morir uno de los políticos más influyentes del país, durante el sermón sostuvo: todos los hombres estamos en las manos de Dios, incluso los que han decidido conducir a su pueblo. Todos están, viven y terminan su último viaje en solitario en manos de Dios. Frente al cual se cumple el rito del catolicismo de rezar por su alma. Somos como briznas de hierba, como sentenciaba Kempis.
Por esos tiempos el cardenal Bergoglio, en Buenos Aires, pese a su inmenso influjo en la sociedad no solía dar declaraciones a la prensa, sostenía que la sociedad debía juzgarlo por sus obras. Pese a esa reticencia por la publicidad, la austeridad y la humildad que lo caracterizan, al actuar en uno de los tiempos más duros de la política argentina, entre la dictadura y el populismo, consiguió defender a los humildes y suscitar el respeto como máximo jerarca de la Iglesia. Quizá por lo mismo su nombre trascendió la Argentina y su prestigio creció entre los jerarcas del catolicismo internacional y en el Vaticano.
Ungido por la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI, su amigo y uno de los grandes pensadores de la Iglesia; un estilo peculiar y una manera de ver la vida y actuar, combina la sutileza filosófica de los pensadores clásicos y la chispa porteña, con el fino humor y la rara capacidad de asimilar y orientar los cambios. No es de sorprender que sea en la actualidad la figura internacional con mayor capacidad de comunicación en el mundo, como de influir espiritualmente.
Francisco nos honra con su visita puesto que conoce la situación del país, está informado de los alcances de los problemas sociales y económicos, de la aciaga violencia que se abatió en nuestra ensangrentada tierra por 50 años, de la corrupción que ha penetrado los distintos estamentos sociales y las instituciones, al punto de horadar el sistema.
La visita pastoral de Francisco se cumple en un país en el cual la cultura cristiana prevalece en todo el sentido de la palabra, donde en realidad los alzados en armas nunca han llegado ni al 0.1 % de la población. Aquí no tuvimos la Tercera Guerra mundial, sino una guerra irregular. Se cometieron crímenes horribles como el de monseñor Jesús Emilio Jaramillo, mártir quien es homenajeado por el Papa. Los colombianos somos pacíficos por naturaleza. Ha sido la debilidad del Estado, la hirsuta geografía, la política inarmónica y la atonía popular las que han permitido que los violentos mantengan las instituciones en jaque.
Álvaro Uribe se esforzó al máximo en reducir a los alzados en armas, lo que estuvo a punto de ocurrir. Las Farc se arroparon en los millones de los negocios ilícitos para rearmarse, reclutar por la fuerza elementos bisoños, mientras los jefes vivían de manera muelle en el extranjero.
Como afirma el nuncio apostólico Ettore Balestrero, el Papa cumple: “Dar el primer paso es fundamental, no solo nos invita a dar el primero paso, sino que Él lo da junto a nosotros y tiene un doble sentido es un paso hacía Jesús y a la confianza en Dios”.
Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos coincidieron en la búsqueda de la paz por medio de las armas, puesto que el Estado había adquirido una gran potencia bélica desde el gobierno del presidente Andrés Pastrana, hasta que se persiguió a los del secretariado en sus guaridas. Santos prefirió tornar a la diplomacia que alcanzar la victoria militar. Convocó a un plebiscito para refrendar la paz o votar por el No. La respuesta es histórica, ganó el No. El Gobierno no honró su palabra y no renegoció, ni propició un acuerdo nacional, pese a que todos la querían en grados diferentes de perdón y sanciones a los delitos de lesa humanidad.
Vivimos en la actualidad bajo una atmosfera política enrarecida, pese a la voluntad popular de paz. Siendo realistas y parodiando a Rafael Núñez, “la paz, no es ni puede ser grandemente benéfica, porque no es el resultado de la salud, sino más bien de la postración y el aniquilamiento”.
La presencia entre nosotros del Papa Francisco, con su renovado potencial espiritual y moral, debe contribuir a la reflexión y el entendimiento entre los colombianos, que aspiran al restablecimiento pleno de la democracia y el imperio del derecho y la justicia.