En días pasados disertó el presidente de Fenalco, Guillermo Botero Nieto, con soporte en cifras oficiales, en el Jockey Club, sobre la economía colombiana en comparación con terceros países y sus posibilidades futuro; junto con un frío y sesudo análisis de los acuerdos de paz del gobierno de Juan Manuel Santos y sus efectos a futuro sobre la economía y el desarrollo.
Sobrecoge el ánimo mejor templado al pensar cual será la herencia que recibirá su sucesor en la Casa de Nariño. ¿Cuántos de los actuales candidatos tienen noción de la magnitud de la crisis, los efectos positivos y negativos de los acuerdos de La Habana y la evolución política y económica del entorno internacional? ¿Cuáles son simples chapuceros que repiten los titulares de prensa sobre la política exterior y quienes tienen algo que decir sobre las posibilidades de desarrollar un proyecto político que nos beneficie en medio de las tensiones con las grandes potencias? ¿Cuántos tienen condiciones de estadistas y carácter para dar un vuelco político y salir de bache de la corrupción, que no se combate en exclusiva con medidas de policía y menos si la sal se corrompe? Quizá, dada la magnitud del reto se debería comenzar por reconocer que el modelo económico actual no ha dado los resultados esperados. Es urgente plantear la posibilidad de un cambio de modelo. Basta entender los que ha pasado con el TLC con Estados Unidos, que no trajo los beneficios esperados. Acaso no es lo que propone Guillermo Botero, pero que dada la hondura del tema que trata y sus inevitables consecuencias de seguir por la pendiente que recorremos como ciegos autómatas vamos al desastre anunciado. El cambio de modelo sería un gran foro nacional que se está por hacer…
Se corrobora lo que los expertos conocen, que China e India, con sus grandes economías avanzan con los mayores índices de crecimiento. Se proyecta, para el 2019, respectivamente, entre el 6,3 y el 7.7 %. En tanto, los Estados Unidos, para la misma fecha, se estima que crecerá un 1,9 %.
Lo mismo que se cotejan asuntos de sumo interés, como la comparación del potencial económico de varios países, así como con Rusia, similar al de Texas y California comparable a Italia. En tanto Colombia, con sus minerales preciosos y extenso territorio, casi no marca y apenas es comparable a un estado rezagado de EE.UU, como Tennessee. Se dan algunos aspectos positivos en Colombia, como la inflación a la baja, la atmosfera de negocios, la calificación favorable de riesgo, la inversión en infraestructura, un crecimiento previsible superior al latinoamericano e inferior a nuestras apremiantes necesidades, sin entrar a temas como el entorno geopolítico de Colombia, adverso en las fronteras.
La noción misma de país agrícola se resiente cuando en un cuadro vemos que importamos de Estados Unidos buena parte de los productos de la canasta familiar. ¿Cómo van a competir nuestros campesinos con un TLC con EE.UU. y Canadá de por medio, que en su momento no negociamos como se debiera en ese campo?
¿Cuáles son los productos banderas que exportamos? En orden de la magnitud de ingresos son: petróleo y derivados, café, carbón y ferroníquel. Los que no alcanzan con sus divisas para solventar las aulagas del Estado. Por lo mismo, se observa que en lo interno se reduce la venta de cemento gris, indicador efectivo del malestar general y al mismo tiempo caen las ventas del comercio y sube el IVA. Lo que se repite en otros sectores de la economía afectados en plena crisis por los cambios y bandazos en las reglas de juego y los impuestos, con disuasivo efecto en la inversión extranjera. A ello se suma el fuerte impacto de los acuerdos de La Habana en las instituciones, el presupuesto y la vida colectiva.
Es de suma relevancia evaluar en síntesis el aspecto de fondo que trata Botero, con seriedad académica y datos inequívocos, y sobre los acuerdos de La Habana y la paz. Queda claro que en La Habana se legisla de facto y en contradicción con la tradición jurídica nacional, se modifica la estructura del Estado a mansalva, se vulnera el Estado de Derecho. Mediante el procedimiento del fast track, el Ejecutivo asume poderes del Legislativo. Se permite el debate ritual y formalista del Congreso, más la última palabra la tiene el gobernante.
Se exorciza a las Farc y se tumban las sentencias en contra de sus militantes agentes y familiares. Se establece la justicia prospectiva, simbólica y sin penas. Se crea el tribunal de Inquisición, denominado dizque de paz, con una suerte de Gestapo o de unidad de investigación y acusación; Sala Administrativa o de Indulto; Sala de reconocimiento y Sala de definición de situaciones jurídicas. En suma, el súper tribunal asume poderes de una potencia extranjera de ocupación en un país vencido. Colombia avanza en un campo político minado.