Se suponía que la prioridad fundamental del gobierno de Iván Duque se concentraría en recuperar el orden, con un nuevo mando desligado del proceso de paz habanero. Durante el gobierno anterior nos faltó un soldado prestigioso, al estilo de Brasil, que advirtiera a tiempo a la sociedad de la farsa y la violación sistemática de la Constitución y el imperio de la ley de parte de la candidatura de Lula.
Aquí las Fuerzas Armadas cumplieron un papel inusual y moderador de distensión y garantía al proceso de paz, entendible. Por lo que una cúpula renovada debería en teoría, seguir con el rol tradicional de combatir el terrorismo. La actual cúpula hizo lo suyo acompañando a Juan Manuel Santos en el respaldo a las negociaciones de paz, por lo que ahora merecen un descanso y de improviso tendríamos algún buen embajador entre sus distinguidos oficiales. Los soldados nuestros avalaron el proceso y estuvieron representados en las negociaciones en La Habana. Siempre manifesté que ningún soldado de Colombia debería asistir a un proceso paz tan exótico, dado que al avalarlo perdían la neutralidad.
Como lo denunciamos en su momento, se daba la sospecha en La Habana de una capitulación disfrazada del Estado. Lo que se hizo realidad con las ventajas inusitadas que les dieron a las Farc, al punto de llegar a legislar desde La Habana. Esa actitud, desde nuestra visión es inconveniente para el estamento militar que durante más de medio siglo se sacrifica y ofrenda su vida por defender el orden. Por supuesto, como me decía entonces un alto oficial, cuando yo le expresaba mi opinión, no se imagina lo que es enfrentar en el monte a los enemigos del orden y ser acusados después por los leguleyos al servicio de las Farc, de disparar contra civiles. Las autoridades judiciales civiles nos ven y juzgan como criminales.
La misión de las Fuerzas Armadas es combatir sin pausa a los que se alzan en armas contra el sistema democrático, como preservar el orden. Esos altos al fuego y esos cortos circuitos en el combate contra los enemigos del sistema benefician a los subversivos y terroristas, desmoralizan y afectan la mística y capacidad operativa de los militares. Por supuesto, estos poco pueden hacer en contrario, en cuanto no son deliberantes. Lo que conviene hoy es redoblar el esfuerzo para replantear cuanto antes una política de recuperación del orden en las extensas zonas de la periferia ligadas en gran parte a los antiguos dominios de las Farc. En esas regiones, donde la presencia del Estado, de la ley y el orden son mera ficción.
Es preciso devolver a los militares el respaldo oficial, que se debe mostrar con hechos. No es fácilmente inteligible que los alzados en armas que dinamitaron nuestra tierra durante medio siglo, desafiaron la ley y dejaron en los campos tendidos a millares de militares y civiles inermes muertos, gocen de la impunidad y hasta se les otorguen curules en el Congreso, en tanto los uniformados en Colombia sigan sin tener fuero militar. Es casi inexplicable la mística o el candor de los soldados que se atreven hoy a confrontar a los grupos armados, con la dolorosa experiencia de muchos de sus compañeros presos injustamente, a sabiendas que la justicia civil les respira a la espalda sin entenderlos en su defensa abnegada del orden.
Si queremos mantener la paz y unas Fuerzas Armadas eficientes, debemos comenzar por devolverles el fuero militar. Sin fuero militar los soldados de Colombia en la dura lucha contra la subversión seguirán siendo condenados por los jueces civiles a prisión y a retaliaciones injustas. Al mismo tiempo es de pensar en facultades especiales dentro de nuestra tradición jurídica para el Jefe del Estado, según lo que se entendía su proceder en la Constitución de 1886, durante la vigencia del Estado de Sitio.
No se trata de que dentro del ámbito del fuero militar esa justicia especializada sea benigna o laxa frente a los delitos que puedan cometer los soldados en servicio. Todo lo contrario, allí las penas pueden ser más severas que en el caso de la justicia civil. Lo que se busca con el fuero militar es que quienes cumplen ese rol entiendan los dispositivos militares y no miren como a criminales a los uniformados, que suelen estar condenados injustamente y de antemano.
La sociedad colombiana y los políticos tradicionales están en mora de resarcir moralmente a las heroicas y martirizadas Fuerzas Armadas devolviéndoles cuanto antes el fuero militar, puesto que podría llegar un momento fatal en el cual frente a la injusticia que la cerca, podrían caérseles las armas de las manos y dejar de defender el sistema.