Cuando se atraviesa una tormenta lo peor puede ocurrir y todos temen por sus vidas, que es lo que pasa en estos tiempos de crisis. En este caso el timonel de España es ni más ni menos que el presidente Pedro Sánchez, que parece tener en ocasiones la sangre fría de un trapecista, siendo un socialista radical que ha constituido un binomio con Iglesias del partido Podemos, más a la extrema izquierda que el viejo comunismo de museo y que los socialistas históricos. Por lo pronto, Felipe González, quien colaboró en la inteligente y pacífica transición posfranquista, no comulga con los anhelos del binomio Sánchez-Iglesias, por pretender dislocar la monarquía y forjar la IV República.
Desde que llegan los socialistas al poder tras jugarle sucio a Mariano Rajoy, que se demoró en actuar y pagó caro su debilidad, así como el hacerse el de la vista gorda con los movimientos non santos de los mandos medios y algunos de arriba, para engordar sus alforjas, no paran los escándalos judiciales. Para colmo, el rey Emérito Juan Carlos, que tan positivos servicios prestó a la convergencia democrática, se ve envuelto en uno de los más resonantes escándalos por sus amores con Corina, una noble alemana graciosa y manipuladora, sin que hasta ahora se pruebe nada contra el monarca, que recibió regalos de los pares árabes. Y que salió de España para evitarle más dolores de cabeza a su hijo, el rey Felipe VI, quien se destaca por su firmeza en defender los valores del reino y la unidad nacional. A sabiendas que en medio de la anarquía que sacude a la Península y la tendencia a la dispersión y el antagonismo de las regiones, es factor decisivo e indispensable de orden y continuidad democrática. Más cuando Sánchez e Iglesias conspiran y pretenden atentar contra la monarquía.
El Gobierno en medio del descontento, del mal manejo oficial de la pandemia, de los gastos exorbitantes y los malos negocios en las compras a China, aprovecha el malestar y las dificultades de todo orden para politizar las decisiones oficiales y reducir a los opositores. Así como se pretende castigar a Madrid, por votar por candidatos de orden y resistirse a claudicar frente a estos demagogos.
En España las protestas son de la derecha, por cuanto se sienten perseguidas y hostilizadas por el régimen, así como son el baluarte contra el separatismo. Nada mejor que la pandemia para someter a los contrarios y aprovechar y valerse de bufones para escarnecerlos. Eso lo saben los del PP, los de Ciudadanos, los de VOX, como el resto de partidos y agentes políticos. Así que el Gobierno se burla del Parlamento, del Rey, hace acuerdos con los separatistas y pretende tomar por asalto el sistema judicial y las altas cortes, lo mismo que maneja el presupuesto y la ayuda de la UE de manera ligera.
Se esperaba que la derecha saliera en defensa del orden, más algunos se dejaron seducir por los cantos de sirena de los agentes oficiales, así que pierden la oportunidad de salir en defensa del Rey de España, de la democracia y la unidad nacional, como de expresar el descontento con el régimen. Los centristas resuelven no apoyar la moción contra el Gobierno que promovió Santiago Abascal, a sabiendas que eso fortalecería a la izquierda. El jefe de VOX, titulan los medios, se queda solo y exaltan la habilidad de Casado, y ahora presienten que las derechas se dieron un tiro en el pie y favorecieron el revanchismo socialista. Así que desperdician las derechas el momento de actuar de consuno y llevar contra las cuerdas a Sánchez, que ahora con mayores poderes al conseguir el estado de alarma, se mofa del Parlamento.