La polarización política sacude esa potencia dada la terrible crisis desatada por el Covid-19, como los intereses locales y mundiales en juego. Los demócratas qué con los Clinton y con Obama en sus campañas mostraron cierta moderación y centrismo, esta vez, han abandonado esa postura un tanto fácil para captar electores indecisos y apuestan a la atracción de minorías de origen extranjero, de la negritud, de los descontentos de toda laya así como de los desempleados que se ven golpeados por el cierre de las empresas, la caída de las ventas y el malestar creciente de todos los sectores por cuenta de las trabas al comercio y la industria.
La economía de Estados Unidos se ha desplomado un 32,9% en el segundo trimestre, lo que se considera como el peor comportamiento desde la Segunda Guerra Mundial, a pesar que algunos economistas, incluso el FMI pronosticaban que sería del 35%. El Departamento de Comercio dice que "la caída del PIB refleja la respuesta al covid-19, que implicó medidas de confinamiento entre marzo y abril, que fueron parcialmente compensadas por la reapertura de una parte de la actividad en algunas regiones del país en mayo y junio".
Entonces, como en una ecuación matemática, al prolongarse el confinamiento o al crecer los infectados, la economía se deteriora, golpeando brutalmente la campaña del candidato presidente. Donald Trump intenta combatir esos dos frentes en un país federado, en el cual varias de las más importantes gobernaciones y alcaldías de las grandes urbes están en poder de los demócratas, quienes, aparentemente, prefieren el derrumbe económico a un eventual repunte del gobernante, que ya en su primera candidatura derrotó todas las encuestas y pronósticos adversos.
Medidas como cancelar los vuelos internacionales, cerrar las fronteras y las fábricas para proteger a los nativos, tienen efecto paralizante y devastador sobre los sectores económicos y el empleo, así sean necesarias en un momento dado, en medio de la guerra comercial internacional. Abrir la economía de manera súbita y sin las precauciones básicas, puede aumentar los contagios. Quizá la vacuna se pueda vender antes de las elecciones y salvar millones de vidas. En ese punto se da el principal forcejeo entre Trump y Biden, el cual, desde su cueva de campaña apuesta al desgaste del gobernante y sube en las encuestas. Ahora dice: “No dejaré que este hombre sea reelegido presidente de Estados Unidos de América", puesto que no tiene "ningún liderazgo moral". Ello contrasta con los hechos, que son evidentemente contrarios. Esa condición moral y de mística le ha sobrado a Trump quién después de sus grandes éxitos económicos y la tormenta que se abatió sobre el país por el virus, realiza esfuerzos inmensos por superar la adversidad.
Los demócratas intentan radicalizar aún más la campaña y atraer el voto de la franja lunática para derrotar a Trump, quien a su vez apuesta por atraer el voto reflexivo de los moderados y las mayorías silenciosas, por lo que está contra “el voto por correo universal” que facilitaría el fraude. Y propone retrasar las elecciones, lo que resulta improbable dado que se requeriría la aprobación del Congreso, en Senado y Cámara, siendo que en esta última reinan los demócratas.
El peor virus que amenaza a los Estados Unidos no es el Covid-19 sino el socialismo utópico que avanza con la crisis económica, tal como lo entiende y denuncia Trump: el socialismo ofrece el paraíso terrenal y genera miseria. Esa corriente política es antiestadounidense y se apoya en todos los elementos antisistema y explota la crisis de la democracia y la economía, como en cualquier país tercermundista. Su triunfo tendría un efecto devastador y dominó contra el centro y la derecha mundiales, en especial para nuestra región.