El soldado colombiano tiene fama en nuestra región y en el mundo de valiente, decidido y capaz de los más grandes sacrificios por la defensa del honor y de su patria. Nuestros oficiales se destacan por la forma como defienden el orden y cumplen las órdenes de sus superiores, en especial cuando están en combate contra enemigos que disparan desde la oscuridad y a mansalva. Ese sentido de sacrificio que tienen los soldados colombianos asombra a los extranjeros que conocen de estos asuntos en cuanto se enteran que las Fuerzas Armadas de Colombia carecen de fuero militar, que es como la armadura que debe tener cada oficial y soldado cuando salen a combate. La sociedad colombiana y sus políticos acreditados en el Congreso, les debe a los militares el restablecimiento pleno de la justicia y el fuero militar.
Un soldado sin fuero militar para ir al combate es algo así como un paracaidista que se lanza desde un helicóptero o un avión al vacío sin paracaídas. Un soldado que se enfrenta a enemigos que lo persiguen con saña en las selvas, que fragúan atentados contra su vida, debe tener un mínimo de protección cuando se trata de salir al combate en defensa del orden, de las vidas y haciendas y propiedades de los civiles.
Lo que tenemos en Colombia es un militar que no tiene las ventajas mínimas que en toda sociedad civilizada les ofrecen a los que consagran su vida a mantener el orden y estar prestos a defender las fronteras, en un mundo en el cual se observa que fuerzas desestabilizadoras se mueven por todas partes y traspasan los linderos de los países a su antojo. Desde cuando se firmaron los protocolos de Ginebra, después de la Guerra Mundial o Guerra Civil Europea como la califican otros, en Europa se entendía que no podía haber fuerzas irregulares o subversivas desafiando el Estado, puesto que las tropas triunfantes habían desarmado a los vencidos y ninguno estaba en capacidad de luchar desde el campo de la subversión contra el sistema democrático.
La situación de nuestra región por cuenta de la guerra fría, como de los desafíos del castrismo subversivo, deriva en guerra de guerrillas que intentan contener los ejércitos convencionales, que estaban apenas preparados para enfrentar a sus pares de otros países en caso de conflicto, no a civiles y terroristas. En otros países mejor organizados, las aventuras subversivas son reprimidas de inmediato por las fuerzas de inteligencia y policiales; en un país como el nuestro con un Estado débil y una sociedad como ausente, cuando se debe legislar sobre el fuero militar, los políticos le sacan el bulto a su responsabilidad. Así que llegamos a una situación impensable en la que las Fuerzas Armadas cumplen funciones policiales por las zonas de la periferia, lo que implica que en caso de un conflicto externo no estaríamos en condiciones de pelear con éxito en dos frentes, interno y externo. Cabe recordar que el 70 por ciento del territorio de la periferia está sembrado de coca y allí los habitantes defienden su negocio, a falta de infraestructura y desarrollo económico legal.
Se ha registrado un incidente en Colombia con un colega periodista del New York Times, que presentó un informe contra nuestras Fuerzas Armadas, en el cual se vinculan las órdenes normales de la actual cúpula militar a los soldados por la recuperación del orden, con los denominados falsos positivos que cometieron una minoría ínfima de soldados en el pasado. Lo cual es apenas una endeble hipótesis. Considero que esta es una oportunidad excepcional que tienen la cúpula militar colombiana de defender sus principios, de explicar la lucha que libran en desventaja por carecer de fuero militar, de los obstáculos y riesgos que deben cumplir para cumplir su misión.
No debe causar sorpresa el sesgo de dicho informe, por cuanto, como es archiconocido, los Estados Unidos perdieron la guerra del Vietnam, en cuanto las armas se les caían a los soldados norteamericanos de las manos desalentadas por la propaganda negativa contra la guerra que la gran prensa desarrollaba en el país. Esos mismos son los que hoy cargan sus baterías periodísticas contra nuestros soldados.
Lo cierto es que el compromiso de nuestras Fuerzas Armadas es absoluto, más en un país en el cual se están dando síntomas de violencia como los que sufrió El Salvador, después de la paz. Pretender condenar al ejército a la impotencia y que ejerza su misión con las manos atadas es una felonía, cuando con las jugosas utilidades de los sembrados de coca la subversión puede armar sus terroristas con armas sofisticadas. Hoy, más que nunca, lo que deben hacer los partidos políticos de la democracia y el orden es devolver a los soldados el fuero militar y un sistema riguroso que los juzgue por sus actos en combate.