El populismo está de moda por nuestra región, desatado en gran parte por la presión del crecimiento demográfico, con millones de seres que se multiplican anualmente, lo mismo que, en nuestro país, agravada la llegada de millares de venezolanos que se han sumado a los desamparados de Colombia que suman más de 20 millones de seres, lo que deriva en una situación explosiva. Nada de esto es casual, obedece en buena parte a la incapacidad del sistema de crecer a la misma velocidad de las necesidades sociales. Lo mismo que a políticas que desestimaron enfrentar los problemas sociales y ayudar a los de abajo, como, en nuestro caso, al no favorecer a los sectores agrarios productivos. Por el contrario, nos convertimos en país importador de toneladas y toneladas de alimentos.
Además, sufrimos las consecuencias de más de medio siglo de violencia en la periferia del país. En particular, por cuenta de la política de Fidel Castro de exportar a nuestro suelo la revolución cubana, que se empató con el final de la violencia partidista. El conflicto en la periferia no solamente derivó en violencia, sino que condujo a que se impidiera construir carreteras, se volaran las estaciones de la Policía y las sucursales de la Caja Agraria, como numerosos puentes, a que no se pudieran utilizar las vías acuáticas, ni llevar vías férreas y se impidiese hacer desarrollo en esas zonas. Lo que -pese a las riquezas de la periferia- agrava la diferencia colosal entre la Colombia rural y selvática, con las ciudades más desarrolladas y las zonas más estables. Somos el único país de la región donde los violentos controlan estratégicamente el 70% del territorio nacional, en parte por cuenta de los cultivos ilícitos.
Otros países vecinos consiguieron derrotar la violencia castrista, como lo hizo el Brasil en su extenso territorio, e incluso en Bolivia al legendario Che Guevara. En Perú acabaron con Sendero Luminoso y su jefe Ismael Guzmán, muere en prisión. Llega el populismo por elecciones y su presidente tambalea. En el Cono Sur, Argentina, Chile y Uruguay, reducen a los subversivos. Lo mismo que en Venezuela, con la presión militar y políticas oficiales, que facilitan la incorporación a la civilidad de los exmilicianos. Ecuador aborta la aparición de esas fuerzas, incluso en famoso bombardeo se acaba con un campamento de la Farc en ese país, durante el gobierno de Rafael Correa.
En Colombia nos consideramos una democracia ejemplar, pese a que tenemos que varios de los departamentos y zonas de la periferia no tienen representación en el Congreso, con el cuento de que los senadores son nacionales. Los mismo que se elevaron tanto los costos de las campañas al Senado, que se favorece a los corruptos y los legisladores que reciben ayuda de los grupos clandestinos de la subversión o de los negocios ilícitos, desde luego, con algunas excepciones de políticos respetables que se elevan por sus propios méritos y servicios a la sociedad, siendo favorecidos por los votos de opinión.
El populismo encuentra en esas contradicciones y debilidades del sistema, con millares de seres presionados por la necesidad, un caldo de cultivo para predominar, en especial cuando consiguen mediante elecciones limpias o el fraude, llevar a uno de sus jefes al poder. Más la experiencia populista suele ser catastrófica para el desarrollo… Pese a lo cual, en cuanto el sistema deja crecer y subsisten los males socioeconómicos, el avispero populista aparece una y otra vez.
Entre los populismos recientes, tenemos la experiencia de Venezuela, donde de la prosperidad y la abundancia se pasa a la pobreza generalizada. Contrario a lo que se cree, el populismo se da con fuerza en Venezuela y Argentina, países que estaban en auge económico. El caso de Lula en Brasil, es el de un populista que consigue conformar el más grande partido izquierdista de Occidente, que se derrumba por cuenta de la corrupción, después de haber impuesto sucesora. Lula, en prisión, consigue revertir su situación judicial y aspira de nuevo al poder, con un alza creciente en las encuestas.
En el caso colombiano, estamos viviendo los prolegómenos del gobierno del presidente electo Gustavo Petro con un gran compromiso social, que pareciera derivar en populismo moderado, mientras algunos sectores presionan por atentar contra la propiedad y elevar impuestos. En tanto, algunos de los flamantes ministros no saben lo que quieren con el poder, en medio de una crisis económica global, que podría afectarnos severamente.