LOS amigos de fomentar la lucha de clases, de destruir el sistema y de ser posible asaltar el Estado, como lo hicieron con la Corte Suprema de Justicia, para servirse del Tesoro Público como un botín, se rasgan las vestiduras, al conocer el deceso de Enrique Pizano, a quien tratamos como un buen ejecutivo. Fuera de eso, como en las novelas policiacas escandalosas, se presenta un hecho aislado, dentro del caso Odebrecht, como la muerte súbita del ejecutivo, seguida de la de su hijo, con sospechas de envenenamiento en ambos casos, quizá de suicidio, como un sórdido plan para acallarlos. Y salen a relucir grabaciones de charlas entre el fiscal Néstor Humberto Martínez y Pizano, donde se confunde el lenguaje coloquial de ejecutivo con el soez del interlocutor, dicen que propio de quienes se tienen mucha confianza. Llueven las consejas y malinterpretaciones de las lenguas más afiladas del país. Cuando lo que cuenta es que Pizano confiaba en su amigo y abogado del grupo Aval, para trasmitir sus sospechas. Las grabaciones producen una reacción en cadena y en minutos aparecen en los medios amarillistas interpretaciones falaces y algunos piden la cabeza del Fiscal Martínez, por hechos que son anteriores a su desempeño en el cargo y sobre los cuales no interviene, como lo ha informado a la Corte Suprema de Justicia.
Por esas consejas de mala leche que se repiten de boca en boca, he vuelto a leer el reportaje de María Isabel en El Tiempo, en días pasados, con la finalidad de explicar a los colombianos el papel de la empresa familiar en el nauseabundo caso Odebrecht. Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez, comenta con franqueza conmovedora: “Los cheques que se giraron para la denominada Ruta del Sol superan el millón”. Lo anterior da una idea de los que significa auditar un negocio de ese tipo, cuando alguno de los socios se sale del juego limpio. Luego informa el meollo del asunto y el papel de su empresa. En tal caso Corficolombiana, que tiene su gerente, su junta directiva y está a cargo de la asociación con Odebrecht, para ejecutar en Colombia un cuantioso contrato, empresa que en el momento que se hizo la asociación era una de las más prestigiosas en Brasil y todo el ámbito internacional. Odebrecht es brasileña de origen alemán y hasta cuando se hicieron a la sombra socios de Lula, figuraban como una poderosa compañía global, de las mejor administradas y con excelentes profesionales. A partir de ese momento las coimas y el empeño de sobornar gobiernos y aceitar campañas presidenciales con miras a obtener jugosos contratos, trasforma a parte de sus ejecutivos en verdaderos tahúres de la corrupción.
Sigue Sarmiento: “No tuvimos ninguna intervención ni participación en los sobornos perpetrados por Odebrecht, ni conocimiento alguno de esos sobornos anterior a la publicación universal de la confesión de Odebrecht por los delitos de soborno trasnacional ante el Gobierno de Estados Unidos. Debo añadir que no hay ninguna prueba creíble, ni la pudiese haber, que nos comprometa en semejante conducta”.
Y el empresario es tajante sobre como esa obra se construyó con aporte de los socios: “Corficolombiana es una víctima. Nosotros, a través de Corficolombiana, somos los más perjudicados en todo este problema, porque si mira con cuidado quiénes cometieron el delito, la respuesta es: Odebrecht, de acuerdo a su propia confesión, y unos funcionarios del Gobierno colombiano, algunos confesos, otros no”.
Además, Luis Carlos Sarmiento, sobre cuya integridad y respetabilidad, forjado en los severos principios de su padre, no existen dudas, sostiene que “En siete años de trabajo no llegamos a recibir en dividendos ni un centavo de los rendimientos de la concesionaria. Adicionalmente, del capital invertido no se ha podido recuperar parte alguna, y sus rendimientos seguramente se perderán. De hecho, Corficolombiana ya reflejó la gran mayoría de esta pérdida en sus estados financieros”. Por otra parte, reconoce que “la obra que se construyó se financió exclusivamente con aportes de los socios y deuda”.
Es evidente que los agentes de Odebrecht utilizaban como mascaron de proa al socio colombiano para encubrir su negocios non santos. Lo que determina que pueda decir LCSG, “Nos enteramos de los sobornos igual que el resto del público: cuando se supo, al final del año 2016, del acuerdo de Odebrecht con la justicia americana en el que confesaban la estafa universal que cometieron”.
Como las trapisondas de Odebrecht y la financiación a las campañas políticas se extienden por la región, los efectos sobre la clase política comprometida han sido devastadores. Y, paradójicamente, una empresa particular como Corficolombiana, ha sido una de las más afectadas. Lo anterior, deja bien en claro que dicha entidad y sus socios fueron víctimas de la conspiración.
Después de tan esclarecedoras explicaciones y los hechos inequívocos que lo confirman, era de esperar que bajara la temperatura y se produjese un respaldo general para con el distinguido y eficiente empresario, puesto que, así como los colombianos defendemos a los equipos de fútbol y a nuestros campeones del deporte, como los colores políticos, debemos defender a los empresarios que impulsan el desarrollo y dan trabajo en el país. Pero aquí, en vez de hacer barra por el atleta que sube en dura competencia a una cumbre, hacen fuerza colectiva para que se caiga.