Los medios de comunicación registran por estos días al naufragio y atraso que se produce desde hace décadas y como en cámara lenta en Cuba, bajo el gobierno de los revolucionarios del comandante Fidel Castro y de sus sucesores, incluso de los cancerberos de la revolución formados por éste que cuidan el infierno socialista, como es el caso de Miguel Díaz-Canel, moldeado en las juventudes fidelistas y quien asume como presidente. En tanto, el comandante Raúl Castro sigue en el trono como secretario general del partido comunista.
Las frías estadísticas muestran que murieron más cubanos fusilados desde que asume el poder Fidel Castro, que los que se produjeron por cuenta de la lucha armada en la Sierra Maestra. Se contabilizan 5.775 ejecuciones y 1.237 ejecuciones extrajudiciales.
Esas víctimas de la revolución pierden en el paredón la vida de manera ominosa y sin derecho a la defensa en los tribunales que operan de manera sumaria para eliminar a los esbirros de la contrarrevolución. Como en tiempos de la Revolución Francesa, tema que apasiona a Fidel, se procede a la captura y muerte, no solamente de los “gusanos” de la clase dirigente, también, de aquellos que conforman el estado mayor revolucionario sin profesar el comunismo, que creen en la democracia y la libertad, como a los compañeros de lucha que mañana pueden hacerle sombra. En eso supera al sanguinario Robespierre.
Contrastan la retórica y la literatura de los primeros tiempos de la revolución, cuando Castro anuncia al mundo en sus largas diatribas en las que se extendía por horas pintando el paraíso socialista o vituperando el imperialismo, con la dura realidad después de medio siglo de revolución. Por entonces, los jóvenes latinoamericanos y de otros continentes, declaraban que el camino del progreso y las reivindicaciones sociales era el de seguir el ejemplo heroico de Fidel y empuñar las armas para vencer a las fuerzas del orden y de la pervertida democracia. La revolución es la panacea y con la dialéctica revolucionaria se transformarán los países del tercer mundo, en potencias de avanzada y de justicia social.
Sobre las posibilidades de desarrollo de Cuba bajo el régimen de Fidel Castro, se explaya en Punta del Este el comandante Ernesto Che Guevara, quien plantea las estrategias para industrializar el país y hacerlo más competitivo, mediante el avance de la revolución con justicia social, en confrontación con Estados Unidos, la superpotencia capitalista. El propio Che Guevara, se convierte en responsable en la Isla de promover el desarrollo e impulsar la creación de nuevas industrias desde el banco estatal que dirige para el efecto. Avances que se quedan en el papel. La revolución cubana fracasa estruendosamente en el campo económico y ninguna de las metas anunciadas al respecto por los revolucionarios en sus planes quinquenales se cumple, ni siquiera superar la última zafra de tiempos del dictador Batista.
Por el contrario, como maquinaria para eternizarse en el poder, el régimen castrista, con un sistema totalitario de partido único, dueño de la burocracia casi como única fuente de empleo, con medios oficiales de comunicación, abolición de la libertad, servicios de inteligencia represiva y milicias que actúan como ejército de ocupación, no solamente se consolida, sino que resiste la crisis de los misiles, la invasión de Bahía Cochinos, el derrumbe la Unión Soviética y la implosión del comunismo.
El sistema autoritario cubano sobrevive los cambios mundiales más radicales, sus milicianos contribuyen a la descolonización africana. Las milicias cubanas al servicio de la expansión soviética en el tercer mundo, con la caída de Moscú, regresan a sus cuarteles y se ocupan de fortalecer el autoritarismo local y amaestrar la población. Hasta que aparece el comandante Hugo Chávez, quien se deslumbra por el régimen cubano al que entrega la chequera petrolera de Venezuela y que permite salir a flote en medio de las mayores aulagas económicas. Hoy sigue con crecimiento menos cero, bajo dependencia de la exportación de níquel, el petróleo de Venezuela, los dividendos del azúcar y el turismo, junto con los giros de los cubanos en el exilio.
El gobierno de La Habana se ufana de ser el primer país en gasto en educación, de erradicar el analfabetismo, de excelencia en servicios médicos, pese a que Hugo Chávez y el propio Fidel Castro, fueron víctimas de esa medicina.
Colombia no debe olvidar que sellada la paz del Frente Nacional por Laureano Gómez y Alberto Lleras; vigente el régimen de entendimiento, concordia bipartidista y la alternación, al poco tiempo Fidel Castro, desde Cuba, con el Che Guevara, entrena guerrilleros colombianos y exporta la revolución, que por décadas provoca ríos de sangre en nuestro país.