Así, sin adjetivos, no referimos a la importancia crucial de las elecciones de hoy por la segunda vuelta a la presidencia. Como siempre nuestro voto es a la derecha. La derecha no necesita que le digan por quién votar, su cultura política y olfato la impulsa a votar bien, menos cuando el guardián del manicomio se contagia de locura. La derecha apoya a Iván Duque, por contar con la bendición y el impulso de Álvaro Uribe, como el apoyo de una variopinta de partidos y de los conservadores. La segunda vuelta se consagra en la Constitución, precisamente, para que se aglutinen las fuerzas que en la primera compitieron dispersas, lo que en principio debe favorecer a la derecha que aquí es mayoría. En el caso de Álvaro Uribe, no fue necesaria una segunda vuelta, dado que consiguió ganar en primera vuelta en las dos ocasiones que llegó por el fervor popular a la Casa de Nariño. Juan Manuel Santos, es candidato y gana en su primera candidatura por cuanto en ese tiempo era el delfín del régimen. En el poder decide hacer borrón y cuenta nueva, cambia de camiseta y se propone hacer la paz con las Farc, como gobernar con sus amigos y afines.
En la segunda candidatura el gobierno actúa a mansalva contra Iván Zuluaga, para evitar un triunfo que parecía inevitable. Para entonces, Santos, hace un giño a los sectores de izquierda por su apoyo en su “política de negociación de paz”. Petro y otros reconocidos dirigentes de izquierda apoyan a Santos. Así consiguió una ventaja de 911.989 votos. Esa era la zanahoria para ganar en la segunda candidatura. Sin que su gobierno dé un giro total a la izquierda, puesto que contemporizaba por conseguir el Premio Nobel de Paz, como el apoyo de cuantos estuvieran contra Uribe. Con el caudillo de la derecha como jefe de la oposición, una intentona de tipo chavista -que nunca se plantea- dado su afán centrista, habría levantado al pueblo en su contra. En todo caso, hasta ese momento la competencia por el poder, era entre sectores de derecha, incluso el mismo Santos había sido ministro de Uribe y muchos otros estuvieron en la nómina de ambos.
En la actualidad, la situación política es distinta. Si bien, la derecha gana las elecciones al Congreso, lo que permitía presuponer una segunda vuelta entre candidatos de derecha Duque y Vargas, para evitar el peligro de un Petro que parecía seguir los pasos populistas del general Gustavo Rojas. No ocurre así, como ya se sabe, por los efectos de la consulta que dividen al país. Con Duque, puesto en órbita por Uribe, y Petro en subienda electoral, se borran otras posibilidades.
La restauración de duque
El efecto nefasto de los acuerdos de La Habana, donde los negociadores, hicieron su constituyente de facto, al tiempo que la manera antijurídica mediante la cual la Corte Constitucional y el Congreso aceptan el fast track generaron un hecho político irrecusable: se hizo trizas el Estado de Derecho y la legitimidad en Colombia. Esa es la situación que hereda Iván Duque.
En cierta forma, el triunfo de hoy en las urnas de Iván Duque, vaticinado por las encuestas y los medios de comunicación, conduce a lo que se conoce como un viraje político por la restauración, como han sido los movimientos del orden a lo largo de la historia europea y la nacional. Se trata de seguir los preceptos de Álvaro Uribe, en su gobierno, que son los mismos que profesa el hoy candidato Duque, en cuanto a la paz, como sobre la restauración del imperio de la ley.
Sostiene Rafael Núñez, quién consiguió forjar la Regeneración mediante un gobierno de restauración nacional, tras la pesadilla de la anarquía y la revuelta casi permanente que había imperado por cuenta de la Constitución de Rio Negro, que: “cuando la restauración que se intenta es en el sentido del principio de autoridad, las dificultades son enormes. La masa de ciudadanos mira, en lo general, de mal ojo ese principio, porque cercena el poder personal de cada uno y el interés colectivo pesa poco en el ánimo de gentes ignorantes que obedecen, casi sin contrapeso, a elementales apetitos. Los verdaderos amigos del principio de autoridad son los menos, y, además, carecen, por lo misma naturaleza de su temperamento, de iniciativa”.
Por lo mismo, mucho más importante que nombrar un gabinete de imberbes, como se especula, será decisivo que Iván Duque avance en su reforma de las Cortes y la justicia, o, quizás deje las cosas como están, bajo lo que se denomina la ficción del Derecho.