Contra lo que se esperaba y vaticinaba la prensa local e internacional, la derecha que se creía postrada con el resonante triunfo de la izquierda para conformar la Constituyente, logró sorprender en la primera vuelta con el candidato republicano-conservador José Antonio Kast, quien se enfrenta en la segunda con el izquierdista Gabriel Boric. La política chilena se torna explosiva, tras décadas de centrismo y continuismo de los partidos políticos, dando muestras la economía de fecundo desarrollo y positiva competitividad local, como en los mercados externos, con cifras negativas en desigualdad.
Mientras, crece como un tumor maligno el movimiento indígena armado que busca segregar el territorio. Los candidatos confrontan tesis contrapuestas, así como en las calles las turbas de izquierda amenazan asaltar las ciudades e imponerse por la fuerza. Como la diferencia en la primera vuelta entre los dos candidatos no fue sino de tres puntos, la segunda vuelta hoy domingo se convierte en duelo de infarto, en donde parece -según las últimas encuestas- que el izquierdista Gabriel Boric, aventaja, ligeramente, a su contendor, José Antonio Kast, de derecha, quien, propugna por restaurar la seguridad y el orden, como reducir drásticamente el tamaño del Estado, sostiene que más impuestos ahogan las pequeñas empresas.
Entonces, el supuesto candidato de la extrema derecha es un conservador moderado. Sus tesis recuerdan las que en Colombia en el siglo XX sostuvo durante décadas el estadista conservador Álvaro Gómez Hurtado. El desarrollismo presupone una reducción del tamaño del Estado y un impulso al desarrollo empresarial y agrícola, que se puede alcanzar con orden y autoridad. Eso es elemental. Por proclamar la reducción del tamaño del Estado y defender tales ideas nadie puede ser señalado de extremista de derecha, siendo la esencia de lo conservador. Basta saber que, sí en Colombia hubiese llegado al poder Álvaro Gómez, en los años 80 o 90, al restaurar el orden y el imperio de la ley, nos habríamos evitado la anarquía, la violencia, el atraso y en gran medida la pobreza que agobia hoy el país.
El programa de Boric, es un tanto revanchista, más no invoca el comunismo extremo, ni nada parecido; habla de reducir la pobreza, de intervenir las fuerzas policiales y de promover la justicia social. No es un dirigente reconocido, sino que la pandemia, el encierro y la frustración, derivaron en la polarización y lo elevaron súbitamente a los primeros planos, en contraste con los candidatos de la izquierda resultó más atractivo y los rebasó. Su propuesta de subir los impuestos a las pymes podría quebrar a muchos pequeños empresarios.
Kast sostiene que: "La única candidatura que va a recuperar la paz, que es la alternativa para enfrentar a los delincuentes y el narcotráfico y que pondrá fin al terrorismo, es la nuestra". Se compromete a “poner el Estado al servicio de las personas”. ¿Es este `planteamiento de extrema derecha? Esas son tesis conservadoras y de centro, en el Chile de hoy, donde se votó por una constituyente, para derogar la constitución aprobada en tiempos del general Pinochet, se desconoció que esa carta política sirvió para sacarlo democráticamente, mediante un plebiscito que perdió.
Quizá, los que consideran a Kast más radical, lo hacen por cuanto ha prometido: cavar una zanja en la frontera para detener a los migrantes, oponerse al aborto y recortar impuestos. Aun así, esas son tesis conservadoras y pasan por el tamiz del congreso. A otros no les gusta que declare que admira: a Augusto Pinochet, Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Jair Bolsonaro.
Boric, emerge como agitador en las protestas callejeras contra Piñera, en apariencia, es distinto a Allende, admira a Fidel Castro y al Che Guevara, se muestra pacífico y dispuesto al diálogo. Con 35 años, son muchas las incógnitas sobre su personalidad, su programa es: aumentar el rol del Estado en la economía, poner fin al sistema privado de pensiones y ampliar los derechos sociales de la población. Todo depende hasta donde profundice el cambio, si derrumba el sistema pensional o la moneda, podría causar un terremoto social.
Lo que tienen en común ambos es que cuantos los siguen piden cambios y están contra de la desgastada clase política tradicional, relaman justicia social y otros hombres en los cargos de poder, en las oficinas, en los autos oficiales, así como renovar la burocracia.