Se cumple hoy otro encuentro ritual y formal de la democracia colombiana, sin debate de ideas y propuestas de los candidatos, impulsados por la marea pasional de la denominada izquierda y derecha en sus diversos matices. Se da un duelo electoral en el cual está en juego el sistema, frente a la izquierda contestataria que encana Gustavo Petro.
En Bogotá, por Unicentro, sobre la 15 y en la entrada principal, casualmente, observé a un puñado de agitadores que gritaba consignas a favor de Petro, acompañados de una banda callera de música, frente a un grupo de animadores entusiastas del bando contrario, con camisetas del centro democrático. Ambos grupos rivalizaban en gritos sin agredirse. De pronto sonó como un disparo, varias personas corrieron asustadas y precavidas. Falsa alarma, se trató del estallido de una llanta. En unas elecciones, en medio de la agitación y polarización, esa situación entre trágica y burlesca, refleja la tensión que recorre de extremo a extremo a Colombia. Hasta los ciudadanos más desinformados, sienten que su modelo de vida peligra.
Rodolfo Hernández, un curtido prestamista y constructor, exalcalde de Bucaramanga, ha ganado terreno denunciando la corrupción y su voluntad de llevar a la cárcel a los malos elementos de la burocracia y los traficantes de influencias. Su cauda en gran medida improvisada es la misma que siguió, inicialmente, a Zuluaga, Fico y, también, a Fajardo y Barguil, lo mismo que a un sector del liberalismo oficialista y algunos independientes. Los activistas de los partidos tradicionales han mostrado disposición a cambiar prestos de camiseta y defender el sistema. Siempre con la esperanza de derrotar a Gustavo Petro, con su combo de izquierda radical.
Petro, con diversas propuestas, como abandonar la política petrolera y aumentar los impuestos, se presenta con una maquinaria bien organizada en casi todo el país, con predominio en el centro y las dos costas. Por su parte, el exalcalde Enrique Peñalosa, acusa a Petro, de ser proclive a propiciar las invasiones contra la propiedad privada, las cuales en un gobierno suyo se extenderían por todo el país.
Los sondeos dicen que el 65 por ciento de la población es de derecha y, en teoría, eso le daría el triunfo a Hernández, Más las matemáticas de la política son variables. Además, la historia nos demuestra que las minorías decididas logran en ocasiones hacer saltar el sistema y tomarse el poder. Y una encuestadora profesional a 15 días de las elecciones, sostiene, según cálculos -aún vigentes- que Petro ganará en segunda vuelta, contradiciendo a otras que afirman lo contrario. Sin contar, que para muchos en la Registraduría se agazapa el duende del fraude.
El caso de Petro, enfrentando la coalición de los partidos tradicionales, se parece demasiado al de Hugo Chávez cuando recorrió Venezuela y les ganó a todos. Entonces, personajes de la talla de Arturo Uslar Pietri y Rafael Caldera, incluso, Carlos Andrés Pérez, denunciaron que Chávez era un enemigo del sistema y político dócil al castrismo. No valió de nada: el rechazó a la corrupción impulsó al pueblo a votar por el mesías populista de origen castrense y golpista, disfrazado de demócrata.
En el campo de la geoestrategia que debe desplegar el próximo gobernante, resulta llamativo un texto de Heinz Dieterich, sobre La Cuarta Vía al Poder, pág. 47, donde leemos sobre la política de Colombia con Estados Unidos, que la intervención en el país de esa potencia “es comparable a la intervención de Washington en Vietnam en 1960”. Condenado el ejército colombiano en su actividad operacional, sin perder su capacidad táctica, se concentra en defender las grandes ciudades.
Dieterich, un hábil sofista, compara a la oligarquía de El Salvador con la colombiana, para insistir en cuanto un puñado de familias controlan el Estado para su beneficio personal, a costa del resto de la población, por cuenta de “uno de los regímenes más criminales de la historia”. Lo cierto es que el Plan Colombia, con Estados Unidos, consigue detener la penetración armada en las ciudades, en tanto se acometen ataques contra los campamentos, hasta derivar en el acuerdo de paz en La Habana. Sin respaldo popular y con los drones y armamento apropiado, la subversión no tiene futuro. La captura del poder seria por vía electoral, como como ya lo hemos afirmado varias veces y la paz pasa por el arreglo con los subversivos y los ex paras, en las mismas condiciones.
Nota: Hoy, votamos temprano por nuestra decadente democracia y la libertad.