El término desarrollista se le aplicó al régimen castrense de Brasil, que tuvo entre sus grandes inspiradores a Getulio Vargas, quien articula políticas que consiguen incorporar al desarrollo a millones de seres que vivían aislados y en la miseria en el extenso territorio de ese país. Brasil es una nación de desarrollo desigual, que tiene características de potencia, con parte de sus habitantes gozan del mayor bienestar, en contraste con la miseria de las favelas infectas.
Getulio Vargas consideraba que el estudio y las facilidades para fomentar la pequeña empresa, dentro de esquemas de aprendizaje de carreras técnicas podrían contribuir a derrotar ese atavismo que por el vertiginoso crecimiento de la natalidad del país lo llevaba al desastre. Entre las entidades de enseñanza que fundó sobresale un exitoso instituto para el fomento de carreras intermedias, que en una visita oficial conoció Raimundo Emiliani Román, de donde sacó la idea de fundar el Sena. Aquí, en esa entidad se han formado millares y millares de operarios, maquinistas, expertos en diversos campos, soldadores, maestros, hoteleros, relojeros, cocineros, carpinteros, técnicos de todo tipo. Sin esas personas calificadas no es posible avanzar en la microempresa, ni en la mediana, siendo muy útiles en la gran empresa. Esto lo comentaba Álvaro Gómez Hurtado, como una de las notables ejecutorias de Raimundo Emiliani, y fundamento del desarrollismo.
Álvaro Gómez, en un viaje a la frontera con Brasil, en los años setentas se entrevista con el gobernante de turno. Por los avances del vecino se plantea la necesidad de desarrollar la periferia colombiana, qué, siendo muy rica, por su atraso, ausencia de vías de comunicación y violencia seguía en algunas zonas como en el primer día de la creación. Y lanza algunas de las famosas frases suyas, que, como experto comunicador que era, hicieron carrera: es preciso crecer para repartir la torta, sin tecnología, ni crecimiento, no se conquista el desarrollo.
El papel de la industria privada en la empresa del desarrollo lo consideraba fundamental. Entre los argumentos de la historia a los que solía acudir, recordaba que el descubrimiento del Nuevo Mundo y la llegada de los exploradores, conquistadores y colonos, se hizo por cuenta del esfuerzo privado. En tanto, la corona según los términos de las capitulaciones recibía un porcentaje de los beneficios. Por eso, la empresa de América fue tan exitosa, por cuanto se privilegia la iniciativa privada. Entonces, sus adversarios en las luchas por alcanzar la presidencia, lo califican un tanto despectivamente de desarrollista.
Entendía que para conseguir el crecimiento y el desarrollo era fundamental impulsar la educación y favorecer la industria privada. Al tiempo, que en los casos en los cuales la empresa privada no podía avanzar, se debía asegurar la intervención del Estado para el desarrollo. Tenía como una de sus mayores iniciativas el haber promovido el Plan Nacional de Desarrollo en la Carta de 1991, como una alternativa que tienen los gobernantes de promover el crecimiento en donde el sector privado no se encuentra motivado por diversos factores. En los últimos tiempos lo obsesionaba el gigantesco esfuerzo por desarrollar las zonas selváticas de Brasil, en donde con tecnología propia habían logrado sembrar en tierras de capa vegetal débil como las nuestras del Guainía, hasta trigo. Eso era la redención. Obsesionado por el tema agrícola, entendía que gran parte de los ingresos de los Estados Unidos, Europa, Argentina y Rusia salían de la agricultura.
El presidente Iván Duque, aventajado discípulo del notable estadista Álvaro Gómez, en esta crisis del Covid-19, bien podría aceptar el desafío desarrollista, sembrar con tecnología de Brasil varias zonas de la periferia y multiplicar nuestro potencial agrícola, así como fomentar ocho millones de hectáreas de bosque, que serían la redención económica de Colombia.