En ocasión de los 25 años del magnicidio de Álvaro Gómez, la conciencia nacional se estremece por cuenta de la bochornosa impunidad que rodea ese horrible crimen, tal como lo demostraron prestigiosos conferencistas que estuvieron en el Debata Académico que celebró la Universidad Sergio Arboleda, convocado por el rector Rodrigo Noguera Calderón, y que contó con la presencia del presidente Iván Duque, aventajado alumno y reconocido admirador del gran estadista, quien pidió, con vehemencia, el castigo de los culpables. En el ambiente se notaba la incredulidad casi general sobre las declaraciones de las Farc sobre el atentado.
En el caso de las FARC y el magnicidio se destaca que casi todos los subversivos que, supuestamente, tuvieron que ver con el atentado que confiesan 25 años después, están muertos y el resto se consideran inimputables, por cuenta de los acuerdos de La Habana.
En el evento académico me correspondió el marco histórico en el que se movió Álvaro Gómez Hurtado, en su agitada y brillante carrera política. Siendo una carrera tan rica en ideas, tesis y propuestas, algo se queda en el tintero, más cuando el diligente moderador Juan Lozano, nos recuerda que llega el Presidente y se debe acortar la charla para facilitar que el gobernante hable de inmediato. Y así lo hicimos.
En el marco histórico de la vida política del estadista es preciso, entre otros muchos temas, mencionar un asunto decisivo en esta ocasión, que por décadas lo obsesiona y que tiene enorme vigencia. Se trata del Pacto sobre lo fundamental y la Planeación, es decir de organizar los recursos del Estado de acurdo a un sistema de prioridades de inversión que impulse las energías nacionales y la concentración de esfuerzos que promuevan el desarrollo, asunto vital que no se puede dejar al arbitrio del mercado ni del azar.
Es fundamental recordar -el dirigente consideraba- que de no derrotar el Régimen no habrá plan viable de planeación, ni se podrá tampoco derrotar a los subversivos, por cuanto la corrupción le pone precio a todo y las mafias tienen como pagar y desviar los recursos. La auténtica democracia participativa, sostenía, pasa por poner en vigencia “el sistema de la planeación. Todo era nuevo ahí y todo parecía prometedor. Se trataba de que los propósitos nacionales, que hoy tanto se añoran, fueran anunciados y trabajados y luego incrustados en el Plan Nacional de Desarrollo, dentro de una jerarquía de prioridades establecida con participación de las fuerzas vivas del país, de los gremios, de las entidades territoriales y de los organismos capaces de aportar tecnología administrativa”. Este último punto es esencial para poner en marcha, en lo económico, un verdadero acuerdo sobre lo fundamental. En estos momentos de la pandemia y la crisis económica y social, debemos forjar ese acuerdo propuesto por el estadista colombiano.
Y sigue, Gómez, “lo que ordena la Constitución está en seis artículos de la enmienda de 1991, prolijos pero exactos, mandatorios y congruentes, que fueron ignorados por la administración Gaviria, como por la de Samper. Lo que se hizo hasta entonces, es un simple remedo de lo que debe ser el Plan Nacional de Desarrollo”.
Por lo mismo, desde esta prestigiosa tribuna le pido al doctor Omar Yépez Álzate, que, en la próxima Convención virtual del Partido Conservador, en medio de la crisis que vivimos, se comprometan con la gestión de un verdadero Plan de Desarrollo que convoque a las fuerzas vivas de la democracia. Ese sería el más grande homenaje que se le puede hacer al doctor Álvaro Gómez, en ocasión de los 25 años de su sacrificio. Ahí está la política con el impulso al desarrollo y el apoyo en tal sentido de la gestión del presidente Iván Duque.