El presidente Iván Duque, cuya formación académica humanista lleva el sello de Álvaro Gómez, como el de Rodrigo Noguera Laborde, cuyo noble espíritu aún se respira en el claustro de la Universidad Sergio Arboleda, no solamente tiene en su sangre la vocación de la política, sino que se enteró de la misma con el sentido de grandeza que encarnaba el dirigente conservador. Esa visión juvenil de la sociedad y de los actores de la política, como de su padre y la academia, marca su talante y de seguro tienen que ver con su vocación política y voluntad de servicio.
Sorprende que algunos periodistas y comentaristas en Colombia se muestren perplejos con un gobernante joven que propone hacer una política limpia, sin mermelada. Se olvidan que, precisamente, fue Álvaro Gómez, quien denunció y se propuso derrocar el régimen, no a Samper. A su juicio Samper era un prisionero del régimen. Por lo mismo no podía irse y tampoco, se podía quedar, lo fundamental era derrocar el régimen. El presidente Iván Duque, al rechazar llenar las barrigas codiciosas de mermelada de los congresistas, continua la lucha contra el régimen. Lucha que no será fácil y que tendrá duros altibajos.
Por lo mismo, por ser Duque el gobernante que se propone dignificar la política, es apenas natural que se sienta identificado en ello con los respetables postulados de Álvaro Gómez, en cuanto hacer una política limpia y empinarse para respirar aires de grandeza, en medio del estercolero en el que algunos pretenden convertir el Legislativo, incluso lanzando ratas desde las graderías a los senadores.
Álvaro Gómez al final de su carrera salió a combatir el régimen, por cuanto no quería que los jóvenes del país heredaran una República manejada por las mafias, los corruptos y los negociantes sin escrúpulos. En ese entonces pensaba que la República le había dado todo en materia de honores, y que él debía retribuir a los colombianos al intentar limpiar los establos de la corrupción enquistada en el Estado y sus diversos estamentos.
En otras ocasiones he contado como el doctor Gómez estuvo a punto de asistir a una cumbre de los antiguos legisladores del 91, en Rionegro, donde él pensaba hacer la autocrítica de la evolución de la Carta Política hasta esa fecha. Habría sido un espectáculo fascinante de promoción del cambio de rumbo del país político, por cuanto consideraba que muchas de sus ideas las habían retorcido en la práctica y al final las mafias políticas o los políticos mafiosos, habían desplazado a los agentes del civismo que remozaron los concejos del país, desvirtuando sus reformas. Es decir, que el régimen, estaba más fuerte que nunca. Y ese régimen se ha seguido engordando con los dineros del Estado mal habidos, como lo vemos en los sucesivos escándalos que se suceden casi a diario.
Como se recuerda, Álvaro Gómez, años antes de la cumbre constitucional de 1991, venía proponiendo que se creara en Colombia la Fiscalía General de la Nación para poder combatir el inmenso poder de las mafias, que por entonces cobraba la vida de los magistrados, oficiales del ejército y la política, como de políticos. Esas mafias contribuyeron a elevar políticos corruptos en el país y el poder del régimen se hizo ostentoso y como un cáncer amenazaba destruir las instituciones republicanas.
Por supuesto, la Fiscalía General, con sus 30.000 mil funcionarios, ha dado los más duros golpes a la mafia. Pese a los cual no han conseguido esclarecer el magnicidio de Álvaro Gómez, que desde el comienzo estuvo signado por la confusión. En la misma escena del horrendo crimen trastocan las pruebas, contaminaron la escena, las mejores pistas se desvirtuaron, al tiempo que se presentaron toda clase de incidentes para confundir y permear la investigación. Varios fiscales han salido a decir que se trata de un crimen de lesa humanidad, sin que se proceda a reafirmar jurídicamente esa definición con todos sus alcances legales.
El presidente Iván Duque, inmerso en tantos asuntos trascendentales y de todo tipo, ha tenido tiempo de reflexionar y opinar sobre la balacera que acabó con la vida de Álvaro Gómez, por lo que les exige a las autoridades que de una vez por todas se declare crimen de lesa humanidad su abominable asesinato.
Así lo manifestó el jefe de Estado Iván Duque en carta al presidente de la Corte Suprema, José Luis Barceló, quien debe proceder con sus colegas a definir la causa, puesto que aún es posible esclarecer el crimen.
En esta nota nos sumamos a la voluntad presidencial contra la impunidad del caso, para que se declare crimen de lesa humanidad el magnicidio de Álvaro Gómez. Los que estén de acuerdo pueden firmar una carta en tal sentido o éste artículo y dirigirse al magistrado Barceló. Esperamos contar con la firma y solidaridad de millares de colombianos.