El presidente Jair Bolsonaro, en declaraciones a la cadena estadounidense Fox News difundidas el jueves pasado, dice, que, en caso de regresar la izquierda al poder en Brasil, se teñirá de rojo Sudamérica y dejará a Estados Unidos aislado. Es decir que, por primera vez en la historia, una cierta desidia de esa potencia con nuestra región ha contribuido a favorecer el triunfo de la izquierda, lo que a su vez perjudicará sus intereses geopolíticos.
Y agrega Bolsonaro: "Si la izquierda vuelve al poder, a mi modo de ver, nunca lo dejará y este país seguirá el mismo camino que Venezuela, Argentina, Chile y Colombia. Brasil será un vagón más de ese tren", Y explicó el significado político de su elección, que dada las circunstancias fue casi como un milagro. No tenía nada a mi favor. Solo era un miembro aislado del Congreso". En esas jornadas: ̈Los
medios nunca me dieron visibilidad ni espacio; al contrario, me atacaron todo el tiempo durante toda la campaña", afirmó.
La voz de Bolsonaro se ha alzado contra el gobierno de Daniel Ortega, denunciando la represión a sus opositores y sus ataques a la Iglesia. Lo mismo que varios gobiernos del regional respecto guardan un silencio cómplice.
En la primera transmisión que realiza desde el inicio oficial de la campaña electoral, el pasado lunes, Jair Bolsonaro también criticó la censura implacable del gobierno de Daniel Ortega, "otro que es amigo de Lula", por cerrar iglesias y radios católicas. Se refirió, también, al gobierno de Venezuela, que ̈bajo el mando de Nicolás Maduro ̈, ahora es "más pobre que Haití" y lamentó que la economía en Argentina, gobernada por Alberto Fernández, esté "ladera abajo".
Es de recordar que el presidente Bolsonaro, ha tenido que hacer en su país grandes esfuerzos para que la economía no se vaya al traste en medio de la crisis global, pese a las críticas, algunas desproporcionadas, que recibió por el manejo de la pandemia del covid. Por lo pronto, cuando estalla la guerra entre Rusia y Ucrania, viajó al exterior y se entrevistó con sus gobernantes para garantizar en emergentes circunstancias el fluido comercio con Brasil.
Además, uno de los hechos políticos más trascendentes en la campaña presidencial en Brasil es que Bolsonaro partió rezagado en las encuestas, bajo la constante presión opositora de Lula, que tuvo en casi todas las ocasiones el respaldo de los medios de comunicación. Al tiempo, que, según sus declaraciones a Fox News, dejó claro que su mayor enemigo no es Lula sino la inflación, fenómeno del que la oposición lo ha estado culpando, sin reconocer que Brasil sufre las consecuencias de la guerra de Ucrania y el malestar económico internacional.
En tanto, los medios citan informes internos de grandes bancos internacionales y especulan sobre la posibilidad de victoria de Lula en primera vuelta, favorecido por el poder inmenso del Partido de los Trabajadores (PT) y sus aliados. Cuando lo evidente es que de momento Lula se ha estancado, mientras Bolsonaro, va en ascenso. En el escenario nacional “Contabilizando los votos válidos, Lula bajó de 48% a 47%, y Bolsonaro subió de 37% a 37,5%”, dice uno de esos informes. Lo que no se tiene en cuenta en este análisis es que Bolsonaro aparece como ganador por primera vez en San Paulo en la más reciente encuesta, donde están en juego más de 45 millones de votos. Siendo la potencia industrial del país, eso demuestra que los esfuerzos del gobernante por defender la moneda y el poder adquisitivo de la población comienzan a dar resultados.
Bolsonaro no solamente defiende el mercado de Brasil y su economía con vehemencia, sino que no acepta la tesis de los neoliberales extremos que sostienen que los problemas sociales se arreglan solos, favorecidos por el crecimiento económico. Por lo mismo, el gobierno ha reactivado un programa de asistencia para favorecer a los más pobres e impulsar el consumo.
Mas el arma secreta que contribuye a subir la popularidad de Lula entre el pueblo es la presencia en la campaña de su agraciada y cautivadora esposa Michelle. Ella ora e invoca la religión y la solidaridad con los humildes con una espontaneidad y fervor que conmueve a las multitudes. Pero del otro lado también hay fervor nacionalista, religioso y el poderoso músculo de la ayuda social al pueblo y la recuperación de la economía. Todo ello es el salvavidas del gobierno de Bolsonaro y el impulso para ganar en la previsible segunda vuelta.