“Un hombre nunca es lo suficientemente cuidadoso en la elección de sus enemigos”. Oscar Wilde.
Esta frase del famoso escritor irlandés se aplica a nuestro tiempo y, también, a la política. Con la diferencia que no solamente un bando escoge el enemigo, el otro busca aniquilar las bases mismas del sistema, de la democracia y abolir la libertad. Quieren lograr, en democracia y por elecciones, lo que no pudieron conquistar mediante la violencia armada. Lo que tenemos hoy en Colombia es así para unos defensores de nuestra maltrecha democracia que imaginan pertenecer al viejo mundo democrático ateniense, olvidando que aquí la verdadera democracia sigue siendo formal y desde la fundación de la República una plata exótica.
El razonamiento de Wilde se refiere más a la vida social londinense, que tiene similitudes con la política, sin la carga dramática de ésta. En lo que se refiere a la política, lo deja claro Carl Schmitt, el enemigo no es todo el que nos ataca o abomina, sino aquel que nos quiere eliminar, al extremo de intentar robarnos el aire para respirar. Entre los partidos democráticos que normalmente se han disputado el poder en Colombia, la existencia de uno y la supervivencia del contrario, pese a los tiempos aciagos de la violencia, no han determinado la desaparición o exterminio social del rival, puesto que se trataba en un país pobre de conservar el poder para el bando al que se pertenecía. Cosa clave, para explicar la violencia del siglo XIX y XX, por cuenta de la supervivencia política elemental y de atrapar el botín burocrático.
En Colombia, ni los liberales, ni los conservadores, ni la izquierda decimonónica, amenazaban el modelo de vida de sus contrarios, pese a que en algunas ocasiones los radicales despojaron a la Iglesia Católica de sus fondos y feudos, al punto de maltratar y expulsar a la Compañía de Jesús. El equilibrio bipartidista necesitaba de la existencia del otro para mantenerse en el juego democrático. Y dicho equilibrio bipartidista se borra con la Carta de 1991, donde a la dicha cumbre llegan improvisados movimientos populares y el sistema se debilita. Hasta que el M-19 abandona las armas para incorporarse a la civilidad.
Como sostiene Schmitt, el verdadero enemigo es el que pretende eliminarte. Esa es la amenaza que de momento representa el candidato de la ultra izquierda, Gustavo Petro, puesto que no va solamente por el poder formal, sino por todo. Por lo cual plantea modificar el sistema. En tal sentido se incorpora a los movimientos político-sociales que han llevado al poder en nuestra región a diversas fuerzas de izquierda que siguen el modelo chavista. Chávez, demostró que es posible dividir a los políticos del sistema, para electoralmente capturar el poder y desatar la lucha de clases, expropiar, arruinar a industriales y productores, como despojarlos de sus bienes.
Según Carlos Marx, la revolución se hace mediante la lucha de clases, para establecer el predominio del proletariado. Según los socialistas criollos, que siguen los dictados de Fidel Castro, se toma el poder por elecciones y mediante una constituyente, se cambia el sistema, arruina a los poderosos y somete a la sociedad por la fuerza y el hambre. Entre las contradicciones fundamentales de Petro está la de decir que abandonará la explotación del petróleo y el carbón, en tanto sostiene que su gobierno apoyará la industrialización y la modernización agraria, cuando sin los recursos derivados de esas materias primas nuestra economía colapsaría. Dilapidar las pensiones, es un suicidio anunciado.
Los colombianos que voten por Petro arriesgan el despojo de sus bienes o los de la nación, que son de todos los colombianos. Los socialistas del siglo XXI son utopistas con mentalidad del siglo XIX y no van por la dictadura del proletariado, sino por la dictadura personal y partidista, como la eliminación del contrario.
En una votación apretada todo voto cuenta para ganar o perder en la primera vuelta. En consecuencia: propongo muy respetuosamente a todos los candidatos que no son de extrema izquierda y que no marcan entre los tres que tienen posibilidad de vencer en la primera vuelta, que no van a subir más en las encuestas, que reflexionen. Piensen en la patria y tengan la grandeza de retirarse de la contienda, por cuanto unos pocos votos suyos -en medio de la polarización- podrían hacer que pierda la democracia y gane la revolución en la primera vuelta.