Al asumir el socialista Pedro Sánchez, pareciera que el principal objetivo del nuevo canciller Joseph Borrell es proceder, por sistema, en vía contraria a su antecesor. Las políticas y nombramientos del gobierno anterior se cuestionan y en lo posible se anulan sin sopesar las consecuencias. La prensa española reseña el retiro de los plácets de sus embajadores por vía epistolar a diversos gobiernos, con lo que se armó un lío, debido a la presión de algunos socialistas y amigos del nuevo inquilino de la Moncloa de convertirse en diplomáticos a la carrera.
Es común en varios países que el gobierno se reserve algunos cargos diplomáticos para nombrar a personas prestantes de su partido, como para devolver favores a los “amigos de campaña”. En tanto se mantiene el sistema de los funcionarios de carrera promocionados por méritos y servicios burocráticos.
Nadie sabe a ciencia cierta la razón por la que con carácter de urgencia se fomente la improvisación, sin indagar cuáles funcionarios son expertos y necesarios para facilitar la resolución de asuntos diplomáticos y comerciales determinados, por lo que después de esas medidas han venido las protestas de los afectados y de gobiernos amigos. Parece que la diplomacia cautelosa de otros tiempos se abandona. Prevalece la diplomacia de partido y en algunos casos el amiguismo. Esos cambios súbitos de funcionarios le cuestan millones de euros al tesoro público y al contribuyente. Por lo general, en los ministerios de relaciones exteriores existen unos organismos o despachos especializados por regiones en capacidad de ilustrar a los funcionarios inexpertos de alto rango. Se cuenta con manuales de información sobre cada país y las características políticas del gobierno y la oposición, de los empresarios privados y los sectores de poder, que sirven de radar a los novatos para desenvolverse y no depender del todo de las sugerencias de sus subordinados con más tiempo en determinada misión.
Algunos políticos que admiran el modelo norteamericano, consideran que las relaciones exteriores son el reflejo de los intereses comerciales del país, que los diplomáticos deben propiciar por medios de las relaciones públicas. Sostienen que los que llevan la batuta en las relaciones diplomáticas son los agregados comerciales. Argumento que no pesa tanto en cuanto entre los países se dan sendos tratados de libre comercio que no dependen a futuro de la diplomacia oficial y por ello los embajadores deben intensificar en lo posible los acuerdos políticos. Por cuenta del socialismo, como en el caso de Brasil, el gobierno de Lula, por encima de la Cancillería tenía un alto funcionario de mayor confianza de su partido, cuyo apellido comenzaba por G, quien en realidad era el que manejaba la política secreta del gobierno, que solía favorecer a los grupos subversivos y contestatarios.
En España, Ramón Pérez Maura, llama la atención sobre este desastre político administrativo, que bien recuerda al juego de “vete tú que me pongo yo”. Y Borrell no sabe cómo contestar a las críticas por cuenta de la confusión en la que se debate el ministerio a su cargo. Entre líneas revela lo que muchos sospechaban: no sabía en qué manos confiaba no ya su espíritu, sino simplemente su tarea. Lo cierto es que se le recomienda a Borrell en los medios: “no se revela el nombre de un nuevo embajador antes de conocer la respuesta positiva al plácet solicitado”.
El ejemplo que da Sánchez es poco edificante en materia de austeridad. Crítico acérrimo por los gastos de sus predecesores, viaja con su esposa de paseo en el avión presidencial para oír al grupo musical The Killers. Le llovieron las críticas del Partido Popular y no pasó nada. La austeridad no va con su estilo de gastos a cuenta del Tesoro de España. En tanto Borrell, enredado en asuntos burocráticos, al parecer se desinteresa de Hispanoamérica. En la posesión de los gobernantes colombianos se resaltaba el buen trato con la venida de Rey Emérito Juan Carlos o de los presidentes. A la toma de posesión de Iván Duque no vinieron. Según ABC “la única personalidad del Gobierno que estuvo fue el secretario de Estado de Cooperación para Iberoamérica y el Caribe, Juan Pablo de La Iglesia, sin que el ministro considerara oportuno asistir”. Se delega en la presidente del Congreso, Ana Pastor, del Partido Popular, la representación oficial. Lo mismo se repite con la toma de posesión del presidente de Paraguay, Mario Abdo, también de derecha. ¿Será acaso que se atenta contra la neutralidad diplomática y se pretende politizar por afinidades partidistas las relaciones bilaterales?
Y no basta señalar la paja en ojo ajeno, aquí el gobierno pasado se mueve con similar ligereza, puesto que nombra de carrera durante el penúltimo día 60 nuevos “diplomáticos”.