En toda sociedad, por retrasada o adelantada que sea, se requiere de una fuerza conservadora que sea capaz de enfrentar el constante desafío del desorden. Los anticuerpos del conservatismo son esenciales para combatir los elementos disolventes que amenazan el cuerpo social, como la estructura misma del Estado. En Colombia tenemos en la práctica dos Constituciones, una que es la formal de 1991, con su articulado, que da para hacer un régimen socialista sin violar sus postulados, así como se puede ir al neoliberalismo extremo y vender la propiedad estatal, como suelen hacer los distintos gobiernos en busca de fondos. Esto se da por cuanto en la aprobación del articulado de entonces cada constituyente negociaba con los otros el apoyo a sus propuestas, por lo que al final se genera un intercambio de votos como piñata en la cual todos introdujeron asuntos diversos.
Además, como se incorporaron una serie de artículos de la ONU sobre derechos humanos, so pretexto de defenderlos las Cortes toman decisiones que vulneran otros artículos de la Constitución, dejándolos en segundo lugar y contradiciendo a veces los códigos. Así, en cierta forma, tenemos varias constituciones, lo que agrava la anarquía jurídica en grado superlativo. Es lo que explica, que la Corte pueda dictaminar que se consuma en un momento dado marihuana en los parques, así esté prohibido en los códigos. Por supuesto, estas contradicciones envían mensajes de alerta a la sociedad, que aceleran el rumbo a la anarquía en la que nos acostumbramos a vivir.
Para colmo de males, en La Habana, la mini constituyente de facto, según expertos que han estudiado a fondo los compromisos de los signatarios de la Farc y del gobierno, alteraron de reflejo 200 artículos de la Constitución. Además de crear varias cortes que en sus decisiones terminan por chocar entre sí, sembrando la inseguridad jurídica, que es lo que más espanta el capital extranjero.
Fuera de eso en algunos casos los pleitos judiciales se tornan eternos, en cuanto tras varios años de litigio, cuando se falla, la contraparte puede apelar vía tutela. Por años y durante cada cierto tiempo, hemos protestado contra ese pernicioso y disolvente estado de cosas. En algunos sectores de la política, como en el Centro Democrático el ex presidente Álvaro Uribe, coincide con nosotros en cuanto a loa necesidad de volver a una sola Corte, como se había establecido en la Carta de 1886. También, algunos liberales de orden están por volver a ese sistema, dejando que siga el Consejo de Estado, institución bolivariana arraigada en Colombia. Una sola Corte trae sus problemas cuando no tenemos, como en el pasado, un sistema político bipartidista, más en la medida que se despolitice la justicia puede ser la gran solución parte de nuestros problemas.
Lo anterior en el entendido que son los hombres los que le dan el tono a la justicia. Por eso debemos recordar los conservadores que nosotros nos guiamos por algo que parecen olvidar en el país los políticos de la modernidad, el bien común. Es preciso volver al bien común, sopesarlo a fondo y atender sus reclamos para gobernar bien y hacer justicia.
Lo mismo que no nos podemos dejar engañar por las sirenas de la paz, como las políticas que actuaron en La Habana, donde acordaron la rendición de la democracia como si los que hubiesen ganado la guerra fuesen los de las Farc. Por lo que les regalaron varios cupos en el Congreso, lo mismo que un Tribunal sospechoso como la JEP. No, todo lo contrario, mediante ese sistema de capitulación del Estado se invita a otros a seguir en la violencia o fundar un grupo subversivo.
La verdad es que la paz se obtiene mediante el triunfo del derecho. Desde el siglo XIX, la defensa del derecho y la justicia ha sido una obsesión del conservatismo. Sin el uno y el otro postulado no puede prosperar la democracia, ni la civilidad.
Lo mismo que otro postulado esencial del conservatismo es el de la justicia social. Tenemos la obligación los conservadores de luchar por la defensa a ultranza del bienestar de la población y la elevación de las personas más inteligentes del pueblo a cargos de representación pública.
Más no basta tener esos propósitos elementales de orden, que en muchos aspectos son similares a los del conservatismo inglés. Es preciso luchar por ello, denunciar la injusticia, la iniquidad y el régimen podrido en cuanto sea posible, puesto que Colombia no aguanta más corrupción.
Precisamente una de las formas de salir del estado cataléptico que padece el conservatismo, que ya no pinta en las ciudades, es desafiando al electorado y lanzando candidatos a las alcaldías de las principales ciudades de Colombia. Por ejemplo en el caso de la Alcaldía Mayor de Bogotá, desde hace 20 años no tenemos candidatos y en la actualidad hay figuras de primer orden que podrían atraer el electorado, como son los exministros Mauricio Cárdenas y Juan Carlos Echeverry, Juan Gabriel Uribe, Víctor G. Ricardo, Telésforo Pedraza y Juan Manuel Ospina. En fin, son personajes que pueden romper la polarización mediante las ideas y con campañas audaces e inteligentes. Esos y otros temas tratamos en la sede del Partido Conservador en foro que convoca el presidente del partido Omar Yepes y que coordina Gilberto Álzate, con la finalidad que la dirigencia conservadora opine y despierte.