El tema crucial de la libertad y el orden en el sistema democrático recobra gran actualidad en el mundo occidental y otras regiones, dado que en todas partes aparecen fuerzas demagógicas y turbulencias políticas que apuestan a destruir o manipular la democracia, llevándose por delante las leyes que la consagran.
En vida del Libertador, quien instala el sistema democrático en la República de Colombia que él crea en Angostura, cuanto aún estaba por libertar la Nueva Granada y Venezuela, se producen diversos libelos y escritos en Hispanoamérica y en el exterior, incluso uno famoso de Carlos Marx, cuando escribía para una revista de los Estados Unidos, en el que lo califica de campeón de las carreras, acusándolo de escapar a una de caballo de algunas batallas Marx, ideólogo meticuloso de la revolución. Pareciera desconocer que el aristócrata caraqueño dirige una guerra de guerrillas de las más atroces que se libraron entonces, en la que las dos terceras partes de la población venezolana pierden la vida durante la denominada guerra a muerte. Se dice que los informes al exterior contra Bolívar que salen de Bogotá son fomentados en gran medida por el circulo de Santander, lo mismo que por antiguos realistas de Venezuela o patriotas descontentos, como por la pluma de algunos peruanos y elementos de otras regiones.
Todos ellos para sostener la tesis de un Bolívar enquistado en la dictadura, omiten que en la Nueva Granada y en Venezuela, lo mismo que en Perú, dada la debilidad del sistema se le dan poderes dictatoriales al Libertador para restaurar el orden y la legitimidad democrática. Por entonces, Bolívar encarnaba todos los poderes omnímodos, dado que en un momento dado de su espada y de su orientación política dependía la eventualidad de instaurar la democracia y sus instituciones. Si el Libertador se hubiese consagrado en esos tiempos como dictador y monarca, las mayorías lo habrían seguido.
Lo que le da ese vuelo de primer rango en la historia es que en medio de la barbarie que desgarraba nuestros pueblos se inclina por consagrar la democracia, la libertad y el orden. El pretendía elevar al pueblo, incluso a los esclavos, por lo que convierte el Ejército de Colombia en una universidad, donde se libera de manera automática al esclavo, se enseña a los reclutas y oficiales a querer a su patria y tener un sentido de sacrificio y grandeza, para servirle a Colombia aun entregando sus vidas. Los militares informados aún hoy siguen los preceptos del Libertador en defensa de la libertad, el orden y la democracia. Ese es un legado que nos dejó y que sigue vigente.
No se conforma el Libertador con dar la libertad, sino que redacta varias constituciones para crear un Estado fortalecido y democrático, siendo el legislador más brillante de esos tiempos. Incluso cuando decide crear un poder moral. En ese campo, el insigne guerrero y estadista, debió ser el agitador del cambio, el mentor de la creación de Colombia y de la libertad del resto de Hispanoamérica. En Angostura, apenas con Francisco Antonio Zea, no había sino tres diputados por la Nueva Granada, su voluntad política y capacidad de entusiasmar al público logran que los díscolos diputados venezolanos acepten la unión, así sea a regañadientes en algunos casos por el provincialismo y miopía de algunos de éstos que, al sacudirse el régimen colonial, no desean otra cosa que ser jefes locales en sus regiones.
El Libertador nutrió su mente con las lecturas más selectas de la historia de los antiguos griegos y de Roma, en gran parte bajo el influjo de Maquiavelo, lo que se siente incluso en su estilo literario, como en el análisis frio de los hechos políticos que le es peculiar. Lo mismo que de la Enciclopedia con Montesquieu. Naturalmente, conocía a Rousseau, más no creía en la leyenda del buen salvaje. También, siguió los ensayos descreídos del conde Volney. Mas parce ser que es la historia de Roma, la que lo contagia de ese sentido de la grandeza y el afán de pasar a la historia como Libertador, lo que lo diferencia de los grandes personajes de la historia.
Precisamente, en Hispanoamérica en mayor o menor grado crece exponencialmente el populismo de izquierda. Por lo mismo debemos volver los ojos a la doctrina del Libertador y defender con pasión la democracia, la libertad y el orden, como su legado más grande y cautivante.