Nadie desconoce que el sistema de salud de Colombia no es el mejor, que presentan graves fallas y que política se han lucrado en negociados relacionados con los cuantiosos fondos del mismo. Pero tampoco es el peor y está demostrado que funciona entre los primeros de nuestra región y es susceptible de ajustes positivos. Lo que le choca a la mayoría de las personas es qué desde el Ejecutivo, como en una dictadura, se pretenda abolir el sistema y sustituirlo por un proyecto mediocre, fracasado en otros países.
El presidente Gustavo Petro llega al poder por el desgaste natural del continuismo y la división de las derechas, que no tenían un candidato que movilizara con entusiasmo al pueblo, ni presentó una propuesta social. Petro, en relación con el centro derecha del país está en minoría, así por cuestiones de habilidad política tenga comiendo en la mano a conservadores, liberales y otros partidos que no son de izquierda. Pretender que los agitadores de la ‘primera línea’ representan a las masas colombianas es una falacia. Esos grupos minoritarios son efectivos para la lucha callejera, más no representan a las masas sin voz, ni estas tienen legisladores que las defiendan, dado que, por el sistema de la compra de votos, varios de los “representantes del pueblo” no tienen compromiso con el público por cuanto pagaron su apoyo. En fin, tenemos una democracia en crisis, que está siendo desafiada casi a diario por la anarquía y la conflictiva lucha de poder e irresponsabilidad que demuestran algunos funcionarios públicos, no todos.
Incluso, en temas tan complejos como el del metro para Bogotá, es preciso opinar. Siempre discrepamos del Transmilenio, que en sí mismo no es malo, sino que es conveniente para ciudades pequeñas, con Curitiba en Brasil, donde funcionaba de maravilla. Los problemas de Bogotá en materia de transporte son inmensos. En gran medida tienen que ver con la falta de visión de los alcaldes y no pensar a futuro, Aquí no dejaron hacer la circunvalar que era vital para llegar a zonas distantes sin transitar las calles más cogestionadas. Esa vía era un desahogo del tráfico. El Transmilenio vino a congestionar más las vías, contaminó el paisaje urbano y dividió zonas residenciales. No se compara nunca el Transmilenio con el Metro, ni en algunos casos con el elevado. En la disputa del gobierno Petro con la Alcaldesa sería mejor el Metro subterráneo, si bien los tiempos y las finanzas crecerían exponencialmente. En Bogotá la miopía de varios alcaldes y la corrupción impidieron que se hiciera el Metro hace muchos años, contrario a Medellín, que lo logró hace décadas y con fondos nacionales. en gran parte.
Y esa interrupción para hablar sobre el metro de Medellín pareciera fuera de lugar, pero no hay tal. El transporte es decisivo para mejorar el ánimo colectivo. Una ciudad con buen transporte popular, donde los pasajeros van cómodos y satisfechos de la casa al trabajo, mejora en calidad de vida.
Por tanto, la salud de los colombianos depende de un buen clima social, del entendimiento entre todos los sectores, incluida la posibilidad de una vida mejor para todos aquellos que trabajan y luchan horadamente por el pan. Que no nos vengan con la falacia de la lucha de clases, cuando aquí hace años progresa y sube la escalera social el que puede. Tal como lo demuestra con su exitosa carrera política el mismo Gustavo Petro.
Salir con el cuento que las EPS son malas es absurdo, en cuanto su funcionamiento es competitivo y comparado con el sistema anterior de seguridad social, muy positivo. Sin ser perfecto. Tiene sus falencias, que se deben estudiar para mejorar la calidad del servicio y no destruir lo que ha probado por tres décadas que es positivo para los colombianos.
Millones de colombianos están satisfechos con su sistema de salud, que, en otros países, incluso más avanzados, envidian. Apenas, en España, me pareció su sistema mejor. En los Estados Unidos y Canadá, es ruinoso enfermarse. Un sistema estatal caduco significaría atentar contra la calidad de vida de los colombianos y empujarlos a sufrir enfermedades y desatención hospitalaria que llevaría a muchos a la muerte.