Es famoso el Tribunal de Núremberg de 1942, por cuanto al culminar la Segunda Guerra Mundial, los aliados crean dicha institución para juzgar al bando alemán derrotado en la cabeza de los jerarcas nazis prisioneros. Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética, anuncian que por cuenta de crímenes de lesa humanidad como los que se habían cometido contra los judíos, instalaban ese Tribual para castigar los delitos atroces de los denominados criminales de guerra. Tal institución no tenía antecedentes en Europa, donde hasta cierto punto hasta la Primera Guerra Mundial, se le daba un trato caballeroso a los vencidos. Por lo que el Káiser Guillermo II de Alemania, perdió la guerra y el trono más conservó la vida y la libertad.
Algunos juristas europeos sostuvieron que los vencidos no podían esperar imparcialidad de los vencedores. Se trataba del derecho de guerra. Estos que estaban por arrasar Alemania no la destruyeron a cambio de juzgar a los jefes del nacionalsocialismo de Hitler. Los abogados que se les permitían a los sindicados eran de oficio y casi decorativos. Los prisioneros casi estaban condenados de antemano para dar la más dura lección a un pueblo que había luchado al final de la guerra por su existencia con niños en las calles de Berlín, bajo el fuego implacable de los rusos. Según el improvisado código de los vencedores, los jueces debían cumplir un rol punitivo.
En Colombia, se dice que las Fuerzas Armadas tenían acorralados a los de las Farc, cuyas milicias no estaban en condiciones de atacar las ciudades y sobrevivían gracias a los dineros ilícitos que les daba los negocios de los alucinógenos, la minería ilegal, los secuestros y el boleteo a la población civil. El presidente Juan Manuel Santos, en aras de la paz y evitar que se derramara más sangre da el viraje a favor de la negociación, presupone que por medio de la diplomacia se derrotaría a las Farc. Y los medios de comunicación al dar a conocer el mamotreto del Acuerdo de La Habana, salpicado de la pesada prosa mamerta, presentaban a los negociadores del Gobierno como los héroes de nuestro tiempo, los nuevos Telleyrand, ese brillante maestro de la diplomacia, quien con su poderosa inteligencia salvó a Francia de que fuese desgarrada por cuenta de los vencedores en Waterloo de Napoleón.
La sorpresa sería mayúscula cuando al leer el farragoso documento del Acuerdo de La Habana éste refleja una subversión de valores, la impunidad y la ominosa capitulación del Estado. Establecen que el Tribunal de Paz o la denominada Jurisdicción Especial Para la Paz, será conformado por 20 colombianos y 4 elementos extranjeros proclives a las Farc, al estilo de la exótica justicia sumaria del Estalinismo. Algo tan ilógico y perturbador, como si los nazis hubiesen podido escoger a los jueces del Tribunal de Núremberg.
Lo más grave es que como dicho Tribunal junto con el resto de lo acordado en La Habana fue derrotado por el constituyente primario en el plebiscito, así el Congreso lo apruebe y refrende, carece de legitimidad; puesto que el único que podía dársela es el constituyente primario en una nueva propuesta concertada por la paz y en un plebiscito. Las medidas al respecto que en torno al acuerdo se han aprobado por el Congreso y el fast track, como las de las Cortes carecen de legitimidad.
El Gobierno, al firmar antes de la entrega del Nobel el segundo texto del Acuerdo va más lejos que en el primero de La Habana y entregó los restos.
Los dirigentes del No nada tenían que hacer en la Casa de Nariño, ni dejarse seducir de los cantos de sirena de Santos, puesto que no había nada que negociar hasta que las Farc cedieran, reconocieran sus culpas y una eventual pena por leve que fuese, avalada por los colombianos en un plebiscito.
Nota: Legítimo en el Estado de Derecho es lo acorde con las leyes preexistentes.