Se recalienta el tema del Covid-19, con la polarización política mundial y local. Hasta cuando aparezca la vacuna se podrá contener el virus. Sobre la marcha tomamos medidas para sobrevivir. El confinamiento prematuro, ni tampoco el pedagógico son aconsejables, puesto que exponen al contagio a los sanos. El diario ABC de Madrid divulga un informe científico donde aclara que con simples acciones por parte de la sociedad, como lavarse las manos regularmente, usar máscaras y mantener la distancia social, se contribuye a detener el coronavirus. “Se puede prevenir una gran epidemia si la eficacia de estas medidas excede el 50%.”. El doctor Robert Redfield, advierte: “Si todo usáramos máscaras faciales durante las próximas cuatro, seis, ocho, doce semanas, en todo el país, esta transmisión del virus se detendría”. El atolondrado confinamiento de 90 das, sin medidas de precaución sanitaria, fomenta el Covid-19, la ruina económica y el malestar social.
En Colombia, con las mejores intenciones, se han estado dando palos de ciego contra el Covid-19, como pasa en Bogotá, donde el confinamiento expone a los sanos en contacto con el virus en las zonas más populosas. En Corabastos se han cometido errores de parte y parte. Esa central mayorista de alimentos, desde su fundación con el padrinazgo de Álvaro Gómez, se propone facilitar a los campesinos la venta de sus productos y a las comunidades una alternativa más barata para la compra. Lo que en parte se ha logrado con diversos contratiempos. Los directivos y comerciantes de Corabastos hacen los mayores esfuerzos por combatir el virus y cumplir rigurosamente con las medidas profilácticas de la venta segura de alimentos. Pretender intervenir de manera arbitraria esa organización pondría en riesgo uno de los más grandes logros positivos de Bogotá y el bienestar social. Lo que se debe es seguir los protocolos que aconsejan los científicos. La salud del hombre pasa por garantizar la calidad de los alimentos. La economía libre debe estar al servicio de la comunidad. Resulta esencial combinar esos factores para superar la crisis en libertad y democracia.
En España detuvieron a los directivos de un ancianato por robar y eliminar a sus clientes. Se sabe que numerosas personas mayores murieron, víctimas de sus “protectores” en los hogares de asistencia social. Los miserables se enriquecen birlando las ayudas sociales. Como Robespierre, los déspotas, en nombre de “la salud pública” sacrifican a los ciudadanos. Los cadáveres se incineran para borrar rastros. Crece el movimiento mundial de resistencia social contra la eliminación criminal de los mayores. El trato cruel e inhumano contra esas comunidades obedece a un creciente materialismo rampante no solamente en los países socialistas, sino en los capitalistas. Defendemos al ser humano como portador de valores eternos, sin importar su raza, clase, edad o condición. Abominamos el cobarde parricidio.
Tenemos que reabrir las iglesias católicas, cristianas, ortodoxas y judías para que las comunidades puedan defenderse unidas, espiritual y materialmente. La sociedad necesita de sus pastores y de los ritos religiosos que por siglos practicamos los cristianos. ¡Qué vergüenza! sin servicio religioso entregan en bolsas de basuras las cenizas de los fallecidos. La cristiandad dignifica la persona humana, que -sin excepción- merece respeto. Si es preciso, los conservadores amigos del orden y justicia social, convocaremos a las masas en defensa pacifica de la democracia, la justicia, la religión, la libertad y dignidad nacional.
Nos opusimos a la capitulación de La Habana, que incita a que otros se vuelvan terroristas. No nos gusta que en la vicepresidencia del Senado esté la señora de “Tirofijo”, más entendemos que para la democracia y la concordia política puede ser positivo, como piensa el expresidente Álvaro Uribe.