Hoy domingo, en ocasión del partido final por el campeonato mundial de fútbol entre Argentina y Francia, la masa de hispanoamericanos -con pocas excepciones-, así como gran parte de la afición global, vestimos la camiseta albiceleste. Sin duda, los que mejor han jugado en este implacable duelo mundial han sido los argentinos, con su capitán Lionel Messi a la cabeza. El primer partido lo perdieron, mientras el equipo se armonizaba. Ese revés sirvió para elevar la moral de los jugadores en este espectáculo mundial.
Por supuesto, los franceses son los actuales campeones y hasta el momento han jugado como tales, con bríos y potencia que doblega a sus poderosos contrarios. Mas, así como nos solidarizamos con Argentina, en ocasión de su esfuerzo por recuperar Las Malvinas, y admiramos su coraje y la resolución con la que enfrentaron las poderosas fuerzas militares y navales de Inglaterra, así no consiguieran su objetivo, escribieron un capítulo de coraje y decisión de apostarlo todo por las reivindicaciones de su país, que se convirtieron en ejemplo para las demás naciones de la región, que no han tenido semejante voluntad de lucha. Y se han escrito textos históricos de los mismos ingleses, quienes, con la flema que los caracteriza, lo reconocen. Fuera de eso, Argentina es un caso excepcional, el de un país desarrollado a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que se repliega.
El caso de Messi como jugador es asombroso. Tiene las características biológicas de un mesoformo, que le dan ese potencial que sorprende a los más fuerte y rudo jugadores que rebasa o deja tendidos en el campo durante los agotadores partidos, en los cuales vemos, en ocasiones, un Messi infatigable que resiste la embestida de los más férreos y diestros futbolistas, atraviesa la cancha de punta a punta y, contra lo que parece imposible, anota el gol. Sus pases suelen ser “históricos” para favorecer el golazo de uno de sus compañeros.
La historia de Messi es conmovedora, pasa dos décadas en España y se convierte en el alma del Barcelona, hasta que los celos y la miopía de los dueños del equipo consideran que ya no lo necesitan, que dio les que tenía y no le renuevan el contrato. El astro llora de rabia y frustración cuando se despide de sus colegas. El mundo ha visto como se desploma ese equipo y puede comparar mejor la valía de Messi. Esta vez no faltaron las aves de mal agüero que decían que Argentina no estaba en forma y que Messi no daba para ganar el campeonato. Y cuando perdieron los argentinos el primer partido con Arabia Saudita, los hinchas del mundo se sintieron avergonzados. Se temió que como venía invicta la selección albiceleste por varios años, se les derrumbara la moral y en algunos sectores y entre comentaristas deportivos cundió el pánico. Algún cronista colombiano desplazado a Qatar y muchos de diversos países, presagiaron lo peor. No contaban con el espíritu deportivo de Messi, que se crece en las dificultades y se une estrechamente a sus compañeros para redoblar los esfuerzos en la cancha. Así que los albicelestes, cuando muchos dudaban de su potencia y capacidad de integración como equipo, sale con Messi a la cabeza, quien luce una amplia sonrisa, mientras el famoso entrenador Scaloni, parece impávido mirando a sus jugadores, casi sin pestañear, seguro que responderán como campeones.
La “pulga” con los brazos en alto, por un momento parece un gladiador de tiempos del circo romano, con la diferencia que en esas calendas eran unos cuanto en el circo y hoy son millones de seres en el mundo que los están viendo y siguiendo.
En el pasado partido con Holanda, otro equipo de campeones, Messi lucho con ardor, el arte y la persistencia imbatible que lo identifican, junto con sus coequiperos magníficos, sin que el público, ni los contrarios se diesen cuanta que sufría una dolorosa lesión. Allí se conocieron varios agrios incidentes con el entrenador de los holandeses y el portero. A los que Messi les ripostó con beligerancia, diciendo que en la cancha se sabría quién es quién. Y así fue, el triunfo de Argentina lo demostró. Hoy Hispanoamérica espera beber la copa de la gloria con Messi, portando con orgullo la camiseta albiceleste.