Mario Vargas Llosa, en escrito publicado en El País, analiza el libro de María Elvira Roca Barea, Hipertrofia y Leyenda Negra. Sostiene el comentarista que tal libro, “sin siquiera habérselo propuesto, cuestiona las bases mismas de la historia como una ciencia objetiva, pues su investigación demuestra que en muchos casos en ella se filtra, en razón de las circunstancias y las presiones religiosas y políticas, la ficción, como un elemento que desnaturaliza la verdad histórica y la acomoda a las urgencias ideológicas del poder establecido”. Al parodiar su reflexión, podemos decir que Vargas Llosa se refuta así mismo en su afirmación sobre el predominio de la ficción sobre la objetividad de la historia, que debe prevalecer en el juicio de cuantos escriben sobre la sociedad y el devenir de los tiempos, al plantear que lo que se hace en Cataluña con la historia es una burda falsificación de la historia. Luego es posible depurar la historia de la escoria y falsedad.
El tema de la leyenda negra anti hispánica es muy antiguo y ya se formulaba desde los tiempos en los cuales por motivos religioso-políticos los Reyes Católicos, para preservar la unidad de España recién liberada de ocho siglos de predominio de los moros, decide expulsar a éstos y los judíos que se resistan a convertirse al catolicismo. El Adelantado Don Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Santa Fe de Bogotá, escribió un libro famoso entre los eruditos El Antijobio, para refutar a un obispo Ítalo que escribía contra el Rey Carlos V y desvirtuar la leyenda negra. En su crítica, desde Santa Fe o en Funza, defiende con ardor la grandeza española y el sentido de sacrificio para alcanzar las grandes empresas, en frase inolvidable retrata el espíritu hazañoso de esos tiempos heroicos, dice así: “cuando no podamos sacar fuerza de la fuerza, saquémosla de la debilidad para batallar”. Por supuesto, el saco de Roma por los tercios españoles y los lansquenetes germanos, estremeció a Europa y suscitó una brutal carga hostil contra España y se extendió la leyenda negra como pólvora. La biografía de Felipe II, por Tomas Walsh, también, sin que ese sea el propósito de la misma, muestra la admiración y envidia que producía el Rey Felipe II en Londres, cuando manejaba un Imperio en el que no se ponía el sol, como los alcances sombríos en Inglaterra de la leyenda negra.
El cronista Fray Pedro León refiriéndose a nuestros pobladores primitivos, decía “se entendían muy poco los unos con los otros”, por lo que sería el castellano que fomenta la Reina Isabel en América, el instrumento de comunicación y unificación espiritual por excelencia. A su vez, el Rey Carlos III reafirma el castellano como idioma oficial en el Imperio Español en América. Entre otras cosas, la mayoría de los audaces exploradores hispanos echaron raíces en estas regiones inmensas y los descendientes de esos héroes fueron los criollos.
V S Naipaul, esclarece la historia y reivindica la gloria de Pedro de Berrío, el esforzado militar que se casa con la sobrina de Gonzalo Jiménez de Quesada, que se ve forzado por cláusula testamentaria del Adelantado a salir de Santa Fe de Bogotá en busca de El Dorado, sin ese precedente su esposa no recibiría la herencia. Sus hazañas por las selvas y cruzando el Orinoco son increíbles, es el fundador de la capital de Trinidad. Berrío es apresado por Walter Raleigh, que lo retinen con ciertos privilegios, honores y amenazas, para sacarle los secretos de El Dorado. Toma nota de los mismos y retorna a Londres, donde publica el escrito como suyo y le roba la historia al soldado vasco. Pese a la valiosa existencia de dicho libro sobre el héroe del Orinoco que extendió las fronteras de la Nueva Granada, su tragedia es desconocida aquí y no trascendió como debiera por cuanto el sacerdote que sería el cronista se ahogó en la empresa. En Colombia los historiadores la desconocen, como se pretende ignorar o tergiversar la obra de algunos de los primitivos cronistas, lo mismo que escritos de la calidad de la Historia de la Nueva Granada de José Manuel Groot, que la nueva historia antihispana pretende desconocer. Lo mismo que los valiosos escritos de reivindicación histórica de Alfonso López Michelsen y Álvaro Gómez Hurtado, al respecto.
En algunos eventos académicos de historia que se llevan a cabo en ocasión del Bicentenario de la Independencia se desconoce que se trata de una guerra civil que deriva en guerra de Independencia e ignoran los escritos de memorables historiadores del pasado, mientras asoman las orejas de los escritores neo marxistas como cultores de la nueva historia.