En el léxico político nacional hizo carrera la frase de Álvaro Gómez, siendo candidato a la presidencia, en entrevista con Juan Gossaín, cuando éste le preguntaba al aire en RCN, que cómo se sentía al aparecer ese día de último en la encuesta presidencial. Álvaro, con buen humor, le respondió: “Juan, las encuestas son como las rellenas o morcillas inventadas en Boyacá y, producidas con la sangre de los cerdos: Son muy ricas, pero es mejor no saber cómo las hacen. Por eso, permítanme no creer que hoy ya tenemos presidente de Colombia, sin antes saber quién diablos está pagando las encuestas…”
Durante la campaña de Álvaro, el gran público no conoció los nombres de los que financiaban las encuestas. Las cosas cambian y el escándalo de los avances en metálico que hizo el Departamento de Operaciones Estructurales de Odebrecht, ha sacudido a nuestra región. En el caso colombiano, el Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, dejó constancia, según evidencias judiciales obtenidas de sus homólogos en Brasil y Estados Unidos, que tanto la campaña Santos como la de Zuluaga se beneficiaron de los fondos de Odebrecht, con los que se cubrieron parte de los gastos publicitarios. Ha trascendido que otros “inversionistas” del exterior dieron su aporte para cubrir cuantiosos rubros de campaña y en especial publicitarios.
Al figurar la empresa Odebrecht, socia de una compañía constructora de Luis Carlos Sarmiento Angulo, no faltan los audaces que pretenden que haga carrera el sofisma que por ser éste socio de los foráneos, debiera estar comprometido en los sobornos. Nada más falso. Un capitán de empresa como Sarmiento se distingue por ser el más sobresaliente ingeniero de su promoción en la Universidad Nacional, por haber subido, peldaño a peldaño, en el campo de la construcción y las finanzas; por sus méritos, pulcritud, esfuerzos y capacidad real y tecnológica de cumplir sus compromisos. Su trayectoria limpia es la coraza que no alcanzan a traspasar los infundios.
Lo mismo se aplica al fiscal Néstor Humberto Martínez, a quien por haber sido su abogado y de otras grandes empresas, se le quiere señalar como interesado en engavetar la investigación cuando, por el contrario, es el más interesado en esclarecer los entuertos e inhibirse, cuando corresponda, que es lo que viene haciendo.
Las contribuciones escandalosas bajo la mesa se dan en distintos países, las autoridades tratan de legalizarlas, ponerles topes o prohibirlas, puesto que colocan en desventaja a quien no cuenta con esa capacidad de influir en el público mediante las encuestas amañadas. El simple hecho mediante el cual un político es puesto en el marcador de las encuestas, le confiere ventaja sobre aquellos que siendo más conocidos y valiosos son omitidos. Un desconocido, sin ninguna trayectoria, de los que disfrutan del merecido anonimato, manipulado por terceros que buscan llevar a un firmón al poder, que agregan de improviso, de nombrarlo y preguntar por él, termina figurando entre las grandes opciones ya que como no lo conocen, por sustracción de materia carece de la carga desfavorable.
Salen a la luz pública las encuestas antes de que los concursantes lleguen al partidor, como ocurre en las carreras de caballos y se especulan con las calidades o defectos de los competidores. Se pretende influir en los partidos y la opinión, saber todo de ellos, de sus fortalezas y flaquezas. No faltan los asesores de propaganda negra que desde ya intentan desacreditar o tender una mancha sobre el contendor más peligroso. Asuntos que en la actualidad se trata a menudo en las redes sociales y los manejan hackers expertos en el tema.
Los apostadores fuertes en las carreras dejan correr rumores positivos o negativos, según conveniencia para atraer la clientela y ganar. El rumor entre el público, en los hipódromos y fuera de ellos, tiene un fuerte influjo, hasta los jugadores compulsivos no quieren dejarlo todo al azar. Entre los apostadores los mejores resultados se obtienen cuando sale un “palo”, que debería llegar entre los últimos y como por “milagro” se impone.
En el caso de Donald Trump, no aparecía, las encuestas que favorecían a otros. Debió dejar tendidos en la arena, uno a uno, a sus contendores internos para que lo tomaran en serio e investirse como el contendor de Hillary Clinton.
Al hacer encuestas locales o nacionales por sectores se hacen más previsibles las respuestas ya que aprovechando la dicotomía se sabe que sobre una misma pregunta, el rico y el pobre, el religioso y el descreído, el trabajador y el desempleado, tienen visiones contrapuestas y manipulables.