Se caracteriza Colombia por la general desmemoria, la falta de criterio para recordar lo decisivo en la historia nacional y de pronto recrearse en la anécdota o el chisme, como en cuentos sociales intrascendentes que charlatanes acomodan a su conveniencia. Ese no es un mal exclusivo del país, es común a otros pueblos y latitudes, por lo mismo se recurre a los historiadores para que sitúen los hechos en su verdadera dimensión. No es raro que por simple olvido burocrático, cuando se conmemoran25 años de la creación de esa institución, en los que hemos tenido 9 fiscales, no se mencione a su principal mentor,
Hace unos días en España, la conmemoración del 40º aniversario de las primeras elecciones democráticas, que no se habrían podido celebrar sin el concurso del Rey Juan Carlos, quien conjuró el golpe de Estado de Tejero, al favorecer la defensa de la democracia y conseguir que las Fuerzas Armadas apoyaran esa causa, por razones inexplicables no se le invitó al Parlamento. Ese “olvido” protocolario resultó ofensivo para el Monarca Emérito, que se jugó su futuro por la democracia en momentos cruciales, esto en un país donde el protocolo oficial viene del tiempo de los Austrias y es en extremo meticuloso y riguroso. Trascendió que Juan Carlos se sintió ofendido y dolido por la forma como pasaron por encima de su memoria histórica en vida. Podría decirse que si eso pasa en España, ¿qué se puede esperar del protocolo colombiano que se improvisa según la ocasión, por lo que no quiero responsabilizar a nadie de lo ocurrido con la conmemoración de los 25 años de la Fiscalía General de la Nación, en la cual hasta donde tengo entendido no se hizo ninguna mención al gran promotor de la misma, quizá por cuanto ni siquiera tienen información del hecho.
Recuerdo que cuando el gobierno de Cesar Gaviria convocó a demoler la Constitución de 1886, como conservador, lo mismo que a muchos otros colombianos, me pareció que no era esa obra maestra del derecho constitucional nacional inspirada en las orientaciones del gran estadista Rafael Núñez y elaborada bajo la dirección del humanista y erudito Miguel Antonio Caro, la causa de los males que agobiaban al país en razón de la corrupción, la violencia y el desafío de las mafias. Se aducía que dicha Carta Política era un monumento a las directrices y principios del conservatismo y el clericalismo que se le atribuía a Núñez “por firmar el concordato y entregar la Nación a los curas”. Con olvido de los principios que adujo el estadista del Cabrero, para convocar a los notables delegatario conservadores y liberales.
Núñez que había sido de los más enconados contradictores del conservatismo, después de vivir los desastres en cadena que causaron las ideas foráneas radicales que se plasmaron en diversos ensayos constitucionales, nefastos para el país, como en 1832, 1853, 1856 y 1863, en particular, a raíz de la última; radicado como diplomático en Estados Unidos, en Francia y el Reino Unido, con su formidable capacidad de análisis en diversos artículos hace la crítica política del desastre nacional, la anarquía y la guerra interna, como la miseria a la que nos habían reducido esas fórmulas de Estado. Núñez, rescata las ideas políticas Bolivarianas, en cuanto a Ejecutivo fuerte, lo mismo de los principios consagrados en la Carta de 1843, que nos trajeron los primeros años de paz, en la que se consagran los postulados esenciales del idearium conservador, que nos había traído después de la guerra de Independencia y algunos levantamiento locales, la primera década de paz en el país. Es bajo la Carta del 1843 que gobiernan con talante conservador y lujo de competencia los generales Pedro Alcántara Herrán y Tomas Cipriano de Mosquera.
Solicité de Hernando Santos la hospitalidad en las páginas editoriales de El Tiempo para dejar constancia de mi desacuerdo y preocupación con la política oficial de demoler la Constitución de 1886. El articulo salió publicado y da lugar a una entrevista con el jefe conservador Álvaro Gómez, quien me dice: “Estoy de acuerdo contigo, no existe un solo numeral de la Constitución de 1886 que impida gobernar, pero si no vamos a la Constituyente de todas maneras la hacen y de pronto se la toma la revolución. Es preciso estar. Entre otras, cosas voy a defender allí mi vieja tesis de crear la Fiscalía General de la Nación, para combatir el delito y rescatar la justicia acorralada y sin instrumentos para derrotar las mafias”. Y por su iniciativa se crea esa entidad, que como el mejor homenaje a su mentor podría esclarecer su magnicidio.