En una de las peores crisis de nuestra historia, sobre la que convergen diversos problemas y desafíos, se aproximan las elecciones y cogen a gran parte de los colombianos como el covid, con los pantalones abajo. A su vez, por la crisis política y el desgaste de los partidos tradicionales, sigue en el poder el Centro democrático de Álvaro Uribe Vélez, un dirigente demócrata de origen liberal de orden, el cual sale de las toldas del congreso a confrontar a las Farc, por lo que el pueblo le da el voto mayoritario para que gane la guerra contra ese grupo subversivo que tanto daño le hace a Colombia durante más de medio siglo. Gobierna dos mandatos seguidos y cumple su palabra de combatir a las Farc, las que no consigue derrotar del todo por cuenta de los negocios ilícitos y el apoyo internacional que reciben. Por lo que al final de su segundo mandato, apoya a su ministro de defensa, Juan Manuel Santos, que había bombardeado en Ecuador el campamento del Secretariado de las Farc, como candidato para proseguir la guerra contra los subversivos.
Santos considera que se puede cumplir el mismo objetivo de apaciguamiento mediante la negociación, rompe con Uribe, pierde el plebiscito por la paz y transa en La Habana. A Santos, lo aplauden mundialmente en el exterior, aquí nadie defiende la voluntad del constituyente primario, y le paran conejo al pueblo. Mas, en general, la opinión se ablanda al conocer que como consecuencia del acuerdo en La Habana bajan los muertos en los campos y se debilita la subversión. Santos se lanza a su segundo mandato y organiza una coalición, que le da el triunfo en medio de las denuncias del candidato del Centro Democrático, al que le arman un escándalo con miras a inhabilitarlo. Esa derrota fue un duro golpe para Uribe, pese a lo cual no se amilana y en una campaña en la que una parte del pueblo dice que votará por el que diga Uribe, eligen a su pupilo Iván Duque. Quién, dicho sea de paso, lo viene haciendo lo mejor que puede en medio de la pandemia, vientos encontrados y las enormes dificultades que nos agobian.
Le toca a Duque gobernar en tiempos del presidente Trump, que, así como ahora le acusan del asalto al Capitolio en los Estados Unidos, en su momento hizo magistrales labores de paz en Medio Oriente. Como apoyo a la vía pacífica de conciertos en la frontera de Colombia con Venezuela, atracción mediante alimentos y medicinas, como sugerencias de sirena que entre los militares no tuvieron eco. Trump confronta con China en influjo y competitividad, disiente de la UE, en cuanto a los gastos en la OTAN. El asalto al Capitolio tenía como finalidad mostrar la vitalidad de la derecha y apoyar a un par de senadores republicanos que denunciaran el supuesto fraude y, legalmente, podían exigir recuento de votos. Asalto que deriva en anarquía, mientras los demócratas dan un contragolpe y a media noche reconocen a Biden como el nuevo gobernante. Esa es la objetividad de la historia. El anterior gobierno de EE UU y el actual, apoyan los esfuerzos por reducir y derrotar a los subversivos en Colombia.
El gobierno nacional la lleva bien con Washington, en tanto el mapa de Hispanoamérica se tiñe de rojo. Hoy se hacen apuestas sobe si Colombia caerá en las garras del comunismo, no mediante la violencia sino en elecciones libres, a la manera de Hugo Chávez. Si es por elecciones, en la primera vuelta podía ganar la derecha, en caso de un acuerdo previo en aras del interés nacional. Más con las consultas al estilo de primarias, un tanto anárquicas, no se vislumbra la unidad, ni siquiera quienes son los dueños de los votos.
La derecha, en vez de quedar ronca gritando “cuidado, viene Petro”, debe convocar con las banderas sociales del conservatismo, las que dieron origen a la reforma de la Federación de Cafeteros con Mariano Ospina Pérez, la creación de Seguro Social, o de la Caja Agraria, como la creación de Ecopetrol por Laureano Gómez, las cuatro estrategias de Misael Pastrana, el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas por Andrés Pastrana y los múltiples avances en diversos campos, como la salud, en los que los conservadores apoyan a Álvaro Uribe. Y, por sobre todas las cosas, impulsar como quería Álvaro Gómez, el desarrollo con justicia social.
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