Generalmente recorre en solitario las montañas, es huidiza y nocturna. A pesar de su apariencia puede escalar, le gusta revolcarse en el lodo y sus principales enemigos son la pérdida de su hábitat natural, así como la caza.
Se le conoce como la ‘jardinera de los bosques’, su nombre es danta de páramo o tapir andino (Tapirus pinchaque).
En el país, la danta de montaña solo se encuentra en la cordillera Central y la parte sur y centro de la cordillera Oriental, que incluyen los departamentos de Nariño, Putumayo, Cauca, Valle, Tolima, Quindío, Risaralda, Cundinamarca y Huila.
“En el Huila y con apoyo especial de los grupos de monitoreo comunitario se han identificado seis subnúcleos poblacionales para la especie, localizados en el corredor ecológico del sur del departamento, en el Parque Natural Regional (PNR) Corredor Biológico Guácharos Puracé, PNR El Dorado y el DRMI Serranía de Peñas Blancas. Áreas protegidas administradas por la autoridad ambiental, pero que tienen conectividad con áreas naturales nacionales como lo son los Parques Puracé y Cueva de los Guácharos”, dice Katherine Arenas Rodríguez, bióloga especialista en Gestión Ambiental, vinculada a la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM).
Explica que “la danta de montaña es importante considerando el fundamental rol ecológico que desempeña en los ecosistemas en los que está presente. Es una especie sombrilla que funciona como un canal para la conservación de todo el ecosistema asociado; así, el tapir recoge las necesidades de hábitat de otras especies silvestres. Además, se ha estudiado el papel de la especie como dispersor de semillas, labor vital para la estabilidad de suelos y para el mantenimiento de la estructura de los bosques y páramos donde habita”.
Esta joven profesional, que trabaja por la naturaleza desde 2011, señala que “de acuerdo con investigadores expertos en tapires, no se conoce en el país el número de individuos de danta de montaña existentes en las áreas naturales, no se conoce hoy el tamaño de la población en Colombia”, por lo que considera que “se debe hacer un estudio detallado sobre la población. Las densidades de la especie varían de acuerdo a las zonas donde habiten. Desafortunadamente no hay datos precisos, solo hay estimaciones de cifras”.
“En el país, diversas instituciones públicas, privadas y no gubernamentales como Parques Nacionales Naturales de Colombia, Procat, WCS, las Corporaciones Autónomas Regionales, entre otras, han enfocados sus esfuerzos de conservación no solamente de la especie sino de su ecosistema, garantizando de este modo su supervivencia. Diversos planes y programas de conservación enfocados a la especie han sido adoptados, con líneas estratégicas exclusivas para la mitigación de amenazas”, indica.
Recuerda que “en el Huila, la CAM a través del acuerdo 018 de 2021 reconoció a la danta de montaña y a siete especies más como focales y de especia manejo. Este plan cuenta con cuatro metas explicitas hacia la conservación y conocimiento de las especies focales, metas que suman a las tres líneas estratégicas del Plan de Conservación de Especies Amenazadas del Huila, en donde la danta de montaña también es una especie priorizada para la conservación. De esta forma, estos dos planes son el pilar para ejecutar acciones en el territorio en torno a la biodiversidad, a través de las cuales se articulan acciones desde la autoridad ambiental”.
Contribución
Dice la bióloga que el Festival del Oso Andino y Danta de Montaña, que se desarrolla anualmente en el departamento del Huila, se caracteriza por destacar “aspectos fundamentales de la historia natural y ecológica de los grandes mamíferos, situación que ha permitido que las organizaciones ambientales, académicas e instituciones fortalezcan sus capacidades y articuladamente se tracen líneas de acción para salvaguardar el ecosistema y con ello la biodiversidad, en particular aquellas especies que están amenazadas, como la danta de montaña”.
Además, “desde la autoridad ambiental desde el área de gestión y regulación se realiza una labor articulada en torno a la sensibilización de la población, en procura de que la biodiversidad sea entendida como fundamental no solo para los ecosistemas sino para la misma población, esto enmarcando los servicios ambientales. De este modo, hoy la danta de montaña en el Huila es reconocida por las poblaciones rurales como una especie prioritaria para salvaguardar; pobladores que antes realizaban labores de cacería de tapires, hoy lideran grupos de monitoreo comunitario”.
“Hoy la percepción de las comunidades rurales hacia la danta de montaña es positiva. A lo largo de los años como institución hemos avanzado en que se conozca y se resalte la especie como vecina de los ecosistemas donde diariamente realizan sus labores agropecuarias, que su valor ecológico sea entendido, y de allí la importancia de salvaguardarla”.
- Le puede interesar: Perú: descubren sitio arqueológico prehispánico de culto
Sus enemigos
Expresa que “actualmente la danta de montaña en todo su rango de distribución enfrenta múltiples amenazas directas, como pérdida y fragmentación de hábitat, cambios ecológicos en el hábitat, lo que incluye cambio climático, y la cacería, amenazas que de forma directa están relacionadas con la pérdida de individuos y disminución de la población de la especie”.
Asegura Katherine que “afortunadamente en el departamento y gracias al arduo trabajo que además es articulado, la percepción sobre la especie ha cambiado, la cacería de la misma en el territorio ha disminuido considerablemente. No obstante, la autoridad trabaja arduamente para que las posibles amenazas que persistan en el territorio sean nulas. Tenemos diferentes equipos, entre ellos la red de tráfico de fauna y flora, quienes son quizá la mayor fortaleza de la institución para salvaguardar el territorio”.
Explica que se llama a la danta 'el jardinero de los bosques' “por las investigaciones en torno al papel del tapir como dispersor de semillas, algunos estudios señalan que se han encontrado especies de plantas cuyas semillas han germinado de las heces de la danta de montaña, resultados que indican que la especie es un importante dispersor, esto considerando las grandes distancias en las que se desplazan los individuos, contribuyendo así a la regeneración de los bosques y páramos donde esta especie habita”.
Dice la bióloga que se dedicó a trabajar por la naturaleza porque “mi profesión tiene un gran componente de conservación, no solo busca conocer las especies y cómo se interrelacionan entre ellas, sino también cuáles son los factores de pérdida de biodiversidad y cómo son las interacciones naturaleza-ser humano, con el fin de analizar también cuál puede ser el rol del hombre, no solo como una amenaza, sino también como agente de protección y conservación de los recursos naturales”.
Agrega que su mayor satisfacción en esta labor es “la generación de la estrategia de conservación participativa, que hoy conocemos como grupos de monitoreo comunitario. En el año 2012 iniciamos con este proyecto teniendo en cuenta la iniciativa del primer grupo, Huellas del Macizo, del municipio de San Agustín. Logré apoyar ese interés que nació de una comunidad que evidenció cómo las poblaciones de danta con las que convivían desde niños, y que cazaron por décadas, cada vez eran más reducidas, eso los llevó a iniciar acciones locales de conservación de la especie”.