Editorial | El Nuevo Siglo

En  medio de la euforia por la clasificación de la Selección Colombia a Brasil 2014 se han escuchado en la agenda noticiosa nacional una serie de cifras que, por sus montos e implicaciones, debieron haber impactado más a la opinión pública así como a muchos sectores económicos, políticos e institucionales.

La Contraloría General hizo un corte de cuentas al primer año del funcionamiento del nuevo Sistema General de Regalías. Las conclusiones del ente de control fiscal son muy preocupantes.

El asesinato el fin de semana del presidente del Concejo de Puerto Asís (Putumayo) pone en evidencia que las autoridades regionales y municipales siguen en la mira de los grupos armados ilegales o facciones de delincuencia común u organizada.

Aunque es apenas obvio que la opinión pública centró su atención en el escandaloso caso de un concejal de Chía (Cundinamarca) que evadió un retén policial al norte de Bogotá e ingresó abruptamente a una instalación militar, lo cierto es que pese a todas las advertencias de las autoridades y las tragedias ocasionadas por conductores borrachos, este flagelo sigue presentándose.

Tras la captura del Gobernador de La Guajira para que rinda interrogatorio en la Fiscalía que lo investiga por presuntos vínculos con paramilitares y otras bandas criminales, se abrió una vez más el debate en torno de cuál es la responsabilidad que les cabe a los partidos cuando avalan a un candidato a un cargo de elección popular uninominal.

 

Lograr  una actividad minera responsable ambientalmente es uno de los objetivos más importantes del país. Una meta en la que, afortunadamente, parece que Colombia ya viene superando el debate maniqueo y excluyente de creer que la explotación de los recursos naturales no renovables es imposible sin producir un grave daño al entorno ecológico. O, el mismo dilema pero al revés, que para proteger la riqueza natural debe vetarse cualquier actividad de minería.

La cosa está color de hormiga

Santos no tiene velas en el escándalo

 

La situación en Haití es dramática. Desde el terremoto de hace unos años que arrasó la isla, las cosas no cambian sustancialmente. Los compromisos de ayuda de diversas partes del mundo apenas han sido paliativos para enfrentar un problema  social y humanitario de grandes proporciones.

Aunque  la escogencia del nuevo Premio Nobel de la Paz tiene un claro tinte coyuntural, lo cierto es que el galardón a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ)  envía un mensaje contundente al mundo: cero tolerancia.