Columnistas | El Nuevo Siglo

 

¿Celac qué?

 

A pesar de tanto achaque, el presidente Chávez (y sus acólitos) deben estar muertos de la dicha.

Tras varios años de lucha han logrado el objetivo internacional perfecto: montar una macro organización internacional que, de acuerdo con su imaginario político, pone al reencarnado cada vez más cerca de lograr lo que Bolívar nunca pudo.

 

Sin monarcas

 

La idea de constituir Empresas Públicas de Bogotá, integrando las de Energía (EEB), Telecomunicaciones (ETB) y Acueducto y Alcantarillado (EAAB), podría verse como mandato ciudadano confirmado en la elección de Gustavo Petro.

La muerte de la conversación

Llegó por la red este anónimo:

Acabo de leer en Internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los ringtones interrumpan, ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a gritos.

Se requiere un alto Comisionado para la Paz

“Es posible tener una Colombia en paz, una Colombia sin guerrilla, ¡y lo vamos a demostrar! por la razón o por la fuerza”.

¿Colombia en guerra? (II)

Cuestión de buena óptica: si creemos que Colombia se encuentra aún en guerra, se desprende una normatividad. Si, por el contrario, estimamos que la zona gris se acerca a la paz y podemos afirmar con alto grado de confiabilidad que la guerra abierta quedó atrás, otra normatividad emerge.

Discrepancia

Se producen pronunciamientos en torno, y de modo creciente, del TLC con EE.UU. que tienden a transmitir una visión optimista, cual procuró inducirla el Embajador de dicho país en Colombia, Michael McKinley, en reportaje a Yamid Amat. Tal impresión quedó registrada en análisis de dicho diálogo en esta columna. Es conveniente, sin embargo, estar atento a la evolución de los acontecimientos.

El humanismo maltratado*

 

Para los intelectuales hizo Unamuno esta tremenda reflexión. “Mira varón, aunque no te conozco, te quiero tanto que si pudiera tenerte en mis manos, te abriría el pecho y en el cogollo del corazón, te rasgaría una llaga y te pondría allí vinagre y sal para que no pudieras descansar nunca, y vivieras en perpetua zozobra y en anhelo inacabable”.